Son testigos del tiempo, de las promesas incumplidas, de la indiferencia de la clase dirigente y de los mismos ciudadanos. Aguardan con desasosiego, la llegada de la muerte que va royendo sin prisa sus últimas resistencias. Se los conoce como “elefantes blancos”. Son aquellos edificios, que han brindado sus servicios a la comunidad, desde hace tiempo se hallan sin destino y lo que es peor, sin que se ocupen de ellos. Algunos ya vienen mal desde su concepción, como sucede con el Palacio de los Deportes, enclavado en el parque 9 de Julio, que está cada vez más deteriorado.

En su edición del miércoles, “Panorama Tucumano”, el programa de televisión de LA GACETA le dedicó un espacio a este estadio. Un productor de espectáculos de larga trayectoria expresó su pesar por verlo prácticamente abandonado. Afirmó que podría ser un espacio intermedia para albergar la mayoría de los shows masivos posibles de traer a Tucumán. “Creo que es un lugar que seguimos necesitando. La inmensa mayoría de los espectáculos latinos, incluso grandes puestas teatrales u óperas, podrían tener su lugar en este Palacio, porque albergaría un promedio de entre 4.000 y 6.000 personas. El Mercedes Sosa tiene capacidad para 1.500”, señaló.

El titular de la Federación Internacional de Básquet afirmó que sería conveniente que fuera un complejo deportivo. “A lo mejor ahora necesitaríamos algo más grande, quizás sale más barato tirar todo y hacerlo de nuevo, pero algo tenemos que hacer... necesitamos el complejo para poder llevar a cabo las actividades no solo locales o nacionales sino también internacionales”, manifestó.

La construcción del Palacio de los Deportes, donde se iban a realizar actividades culturales y deportivas, con capacidad para 5.000 personas, se había iniciado en 1962 pero se paralizó. En agosto de 1976, el entonces gobernador Antonio Bussi ordenó que en 30 días la obra fuera concluida por personal civil y militar. La estructura del techado de 4.000 m2 se efectuó en apenas cuatro días. Finalmente, fue inaugurado el 24 de septiembre de 1976. “Mi proyecto fue manoseado y maltratado por gente que no conocía absolutamente nada ni de diseño ni de construcción”, dijo años después el arquitecto Enrique Gallardo Vázquez, autor del proyecto original, y agregaba que debía resolverse el problema de la acústica. Justamente, uno de los serios problemas que presenta la estructura actualmente es el deterioro del techo, cuya reparación es costosa. Hace mucho tiempo, que el anfiteatro dejó de destinarse para espectáculos artísticos.

Si se lo restaurara convenientemente y se diera solución al problema acústico, el Palacio podría cumplir una función cultural muy importante durante el verano. Dijimos en una ocasión que podría montarse un festival teatral con un repertorio universal, nacional y local. La Provincia cuenta con un cuerpo estable y hay decenas de grupos independientes de teatro que podrían sostener una programación durante enero y febrero. El solar es techado de manera que las lluvias estivales no serían un inconveniente. El teatro llegaría así al público en forma masiva. Hasta se podría explotar como una atracción turística durante el verano en una ciudad que tiene escasas opciones culturales en esa época. Sería lamentable que el estadio terminara sucumbiendo por obra del abandono, la desidia, la indiferencia y por la falta de compromiso de la clase dirigente.