Durante varios años, Héctor Domingo Padilla se las ingenió para sortear los sobresaltos de su sistema cardíaco y regresar de los sanatorios, tan campante, a la vida normal. No pudo hacerlo una vez más. Murió en la madrugada de ayer, ante la enorme pena de los muchos que lo quisimos.

Bachiller 1957 del Colegio Sagrado Corazón, inició estudios de Derecho que no llegó a terminar. Corrían parejos con su militancia estudiantil en la Liga Humanista, que lo llevó a una banca en el Consejo Superior de la UNT. Luego, lo atraparía el periodismo con sus encantos: la redacción de LA GACETA y la corresponsalía de “La Nación”, rodeadas por la bohemia inolvidable de “La Cosechera”.

Dirigió la efímera Escuela de Periodismo del Círculo de la Prensa y dictó la especialidad en el Instituto San Miguel y en otros colegios. Recibió distinciones como el premio de Adepa, el “Santa Clara de Asís”, el “Iris Marga” o el de la Federación de Padres y Madres de Familia. Como funcionario, su más larga gestión fue la de Director de Cultura de Yerba Buena. Presidía actualmente el Instituto de Cultura Hispánica de Tucumán.

Eran característicos del “Gordo” Padilla el buen humor y la alegría, como marco de sus probadas condiciones de generoso amigo. En nuestra redacción, derramó durante décadas sus ocurrencias y bromas. Siempre sonriente, sabía encontrar el lado amable de las cosas. Defendía con calor sus ideas, sin importarle las consecuencias, y lo animaba una fuerte fe católica. Había nacido en Tucumán el 13 de enero de 1940, hijo de don Héctor Domingo Padilla y doña Zulema Paz. Lo enorgullecía ser bisnieto del célebre Ángel Cruz Padilla, fundador del hospital de su nombre.