NOVELA

NO PIDAS NADA

REYNALDO SIETECASE

(Alfaguara - Buenos Aires) 

Luca Gentili, periodista, “una suerte de esclavo voluntario”, trabaja hace quince años en el semanario Zona Cero. Divorciado y adicto a la morfina, romántico y escéptico, sufre por el reciente suicidio de su madre.

Como en un juego de espejos, le ofrece a su jefe una nota de investigación sobre una serie de llamativos suicidios de ex militares acusados de tortura y desaparición de militantes políticos durante la última dictadura militar, que podrían responder a una lógica extraña: una logia ligada a San Judas Tadeo.

A la par, la historia de una chica con un profuso prontuario, a pesar de su juventud, y la de Mariano Márquez, abogado penalista, influyente y exitoso, ante quien se presenta una diputada nacional que le pide investigar a un ex represor, presuntamente ligado a la desaparición de sus padres.

Ese mapa de subtramas, situaciones y personajes se irá tejiendo hasta dar en Río de Janeiro, adonde Gentili viaja para infiltrarse en una favela copada por fuerzas parapoliciales que otorgan protección a prófugos en los barrios más pobres de la ciudad.

Dinámica, de frases cortas y un vértigo narrativo que genera voracidad lectora, así es No pidas nada, la última novela de Reynaldo Sietecase.

Entre la corrupción del poder, el papel de la prensa, la búsqueda de la verdad, el rol de la Justicia, la pobreza estructural, el análisis sociopolítico (“En este país el problema no es el delito sino la impunidad”) y la labor periodística (“De eso se trata mi oficio, de acertar con los interrogantes correctos y luego buscar obsesivamente las respuestas”), surge la pregunta de hasta dónde Sietecase hace ficción con la realidad, o si la realidad le es un argumento para la parábola ficcional.

El propósito, en definitiva, es averiguar qué es lo que está pasando, y después contárselo a lectores, y contarlo bien. Y es eso lo que logra Gentili -y Sietecase-: quedarse con la verdad. O, al menos, con las mentiras blancas, aquellas “destinadas a evitar males mayores o que son ejecutadas para lograr un bien superior”.

© LA GACETA

Hernán Carbonel