BUENOS AIRES (por Marcelo Androetto).– Un deslucido River se metió en cuartos de final de la Libertadores, al igualar 1 a 1 con Guaraní. Una ducha helada corrió por la espalda de cada uno de los 60.000 hinchas locales en la agonía del primer tiempo. El cabezazo al gol del capitán Marcelo Palau -una jugada con reminiscencia de “flipper” en la que River nunca pudo despejar la pelota- encendió todas las alarmas en el Monumental.

La desventaja fue más sorpresiva por la forma y el momento, que por el contenido de esos primeros 45 minutos. Porque los jugadores de Guaraní, exigidos por el resultado de la ida, no solo jugaron con el cuchillo entre los dientes, sino con el balón en sus pies. Y amenazaron en varias ocasiones con romper el cero, tanto que transformaron a Javier Pinola en un baluarte en el fondo. Germán Luz también demostró personalidad en su regreso 11 años después al arco que lo vio nacer.

¿Y el nuevo River? La idea de que cuatro de sus cinco volantes pisaran el área rival cerraba bien en los papeles, pero la realidad fue otra. A Enzo Pérez no se lo vio al 100% y apenas si cumplió. Ignacio Fernández lució desconectado y Ariel Rojas todavía no se parece a la pieza que tan bien aceitó el engranaje en los primeros meses de su vuelta al club. Solo Gonzalo Martínez aportó cuotas de desequilibrio. En el camino del “Millo” hacia su renovada ilusión de copa se interpondrá ahora Atlético Mineiro o Jorge Wilsterman, que definen hoy. Pero el principal acertijo que tendrá que resolver Gallardo es cómo hará jugar a su equipo en la era “pos-Driussi”. La presentación del “esquema cinco volantes y un delantero” dejó más dudas que certezas.