JUVENIL

ZIMMERS

MARIO MÉNDEZ (Santillana - Buenos Aires) 

La literatura infanto-juvenil ha ido ganando importancia con los años, con textos cada vez mejor escritos y con autores que saben valorar a los lectores a quienes se dirigen.

Superado ya el prejuicio de la “literatura seria”, aparecen obras escritas con la misma seriedad (pienso en las novelas del chileno José Luis Rosasco) para ser disfrutadas por quienes mañana seguramente leerán libros más complejos.

Zimmers es una novela breve donde dos adolescentes se conocen en un pasillo de hospital al que llegan por diferentes motivos: él, porque internaron a su abuelo; ella, porque su madre trabaja allí. La historia, simple y sin rodeos, sigue a los personajes a lo largo de su cotidianeidad mientras va desarrollando tópicos de hoy y de siempre. El amor a los ancianos, el valor de la amistad, la condena a la violencia de género, la fascinación por la música.

Se le llama zimmer al andador de cuatro patas que usan quienes tienen problemas motrices. Y es ése, precisamente, el nombre que adoptan los integrantes de una orquesta que se forma en un geriátrico entre pacientes y familiares. Gracias a Internet me enteré de que hay un grupo de ancianos ingleses que forman un grupo musical de rock llamado así; y es probable que Mario Méndez (marplatense, autor de esta novela) se haya inspirado en ese antecedente. La diferencia está en que a su grupo no sólo lo integran longevos, y que se dedican al tango. Pero dentro de esta apariencia idílica, como corresponde a la literatura de hoy consumida por jóvenes, también hay un lugar crítico para la violencia y la infidelidad.

Es un texto ideal para leer en el comienzo de la pubertad, y su autor tiene una larga experiencia en el género.

Un plus, al menos para mí, es la portada del libro diseñada por Carlus Rodríguez. Recrea a la perfección el arte pop de comienzos de los años 70, en cuanto a diseño y color, con un Chevy (protagonista de la novela en los diálogos entre nieto y abuelo), cargado de instrumentos musicales. Supongo que le hubiese encantado a Andy Warhol.

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ROGELIO RAMOS SIGNES