Venecia, Amsterdam, Ko Panyi (Tailandia), Wuzhen (China), Kampong Ayer (Brunei), Ganvié (Benin) tienen algo en común: viven sobre las aguas. Son ciudades o pueblos que han decidido transcurrir su existencia acuáticamente. Pero hay otras, cuyos fundadores o habitantes no tuvieron la dicha de elegir su destino. La vida cotidiana puede convertirse en nauseabunda cuando los líquidos cloacales fluyen permanentemente. Ello sucede en varios sectores de San Miguel de Tucumán, desde hace mucho tiempo.

Las siete cuadras de la calle Monteagudo, entre el 1.200 y el 1.900, son un ejemplo de esta penosa realidad. En nuestra edición de ayer, los vecinos se quejan por este arroyo de aguas servidas que hay que cruzar con el riesgo de ensuciarse.

Como en la esquina de Monteagudo y Chile falta la tapa de la alcantarilla, los vecinos pusieron ramas, hojas y cualquier objeto para que los automovilistas advirtieran que deben esquivar esa trampa. Uno de ellos comentó la situación insalubre que viven. “La calle está prácticamente cerrándose; solicitamos a la SAT (Sociedad Aguas del Tucumán) que reponga la tapa de registro, porque se producen accidentes en esa esquina. Rogamos a la empresa que se haga responsable de su trabajo”, dijo. Una señora señaló que en verano el aire se vuelve irrespirable y recordó que la primera publicación que hizo LA GACETA sobre este caso de aguas servidas se remonta a 1996. “Era un artículo que denunciaba esta situación y las consecuencias en toda la cuadra; mire el tiempo que ha pasado y nunca tuvimos una respuesta”, se quejó. Otra contó que una abogada se cansó de hacer firmar las notas para gestionar una solución ante las autoridades municipales, pero, nunca hubo una respuesta concreta. “Al final, la doctora decidió cambiar de domicilio, se fue a vivir a otra parte y la casa quedó vacía”, dijo.

La vocera de la SAT aseguró que todos los problemas de la capital están visualizados y están proyectadas las soluciones, lo que les falta saber es cuándo empezar a trabajar en cada sector. Mientras que el secretario municipal de Relaciones Institucionales dijo que la eterna explicación que siempre dan es que las cañerías de los desagües cloacales y de agua potable están saturados y obsoletos por el transcurso del tiempo. El funcionario recordó que hace un mes le solicitó una audiencia al gobernador Manzur para plantearle esta situación, sin que hasta el momento haya recibido una respuesta.

Esta realidad viene haciendo aguas “non sanctas” desde hace años en varios barrios de la ciudad. Ello refleja la incapacidad de los gobiernos para dar una solución definitiva a estos problemas que no sólo son portadores de enfermedades, sino que también contaminan el medio ambiente.

A lo largo de más de una década llegaron a Tucumán millones de pesos y de dólares en calidad de préstamos para la realización de diversas obras públicas, pero da la impresión de que encontraron otros destinos, porque los problemas esenciales de la ciudad y de la provincia siguen sin soluciones duraderas, y lo más alarmante es que se agravan día a día. Sería interesante gestionar que nuestros dirigentes vivieran unos días en medio de la pestilencia; se enterarían del padecimiento de sus comprovincianos y tal vez eso los movería a cumplir con su trabajo. Si no desterramos la fetidez definitivamente, el Jardín de la República corre peligro de sucumbir bajo los líquidos cloacales.