No tiene la suerte de sus dos hermanos mayores, aunque tampoco estos reciben la atención y el afecto que merecerían. Se debate a menudo entre la indiferencia y la precariedad, que no pasan inadvertidos para los amigos de lo ajeno. El parque Guillermina padece desde hace tiempo el olvido de los responsables de cuidarlo debidamente y es además blanco de los depredadores.

Los cuatro puentes de su interior se hallan en mal estado, debido a que el cauce de agua socavó sus bases, lo que pone en riesgo el cruce en vehículos. Las cuatro cámaras de seguridad no funcionan; hay tres estructuras de soporte, pero se llevaron las cámaras o las destruyeron, como ocurrió en la esquina de La Madrid y Cossio. Pero el problema más grave es la inseguridad.

Los delincuentes atacan a sus víctimas a plena luz del día. “Vengo con mi perro, pero con esta inseguridad no es el mismo disfrute. Somos un grupo de 20 personas, todos vecinos del barrio, que nos juntamos todos los días para venir a pasear a las mascotas y sabemos que aquí roban a toda hora”, dijo un vecino. Desde que se fue del barrio el ex gobernador Alperovich, el paseo se convirtió en tierra de nadie.

Un empleado de la Dirección de Espacios Verdes contó que son 12 los empleados municipales y no todos son operarios. Además del Guillermina, deben ocuparse también del mantenimiento de los parques Avellaneda, Quinto Centenario y de 80 plazas de la zona oeste de la capital. El director de la repartición dijo que los arreglos dependen de la llegada de fondos y que la seguridad es incumbencia del Gobierno provincial.

Las tierras que ocupa el parque pertenecieron, desde 1920, al industrial y filántropo Alfredo Guzmán, quien construyó allí una casa para descansar los fines de semana junto a su esposa Guillermina Leston. En 1970, la Municipalidad adquirió el predio mediante expropiación y el Estado habilitó el paseo en diciembre de ese año. Los funcionarios sostuvieron en ese entonces que era una medida necesaria debido a que San Miguel de Tucumán se había urbanizado de manera desprolija y no disponía de terrenos para espacios verdes.

La imponente casa, construida en 1927 por el arquitecto José Graña -diseñó además la sede de la Federación Económica de Tucumán-; fue restaurada por la Municipalidad en 2014, pero desde entonces está cerrada.

En alguna ocasión, sugerimos que la residencia podría tener una actividad cultural constante, desde audiciones de música de cámara hasta presentaciones de libros, conferencias y ciclos de cine. Los fines de semana, en otro lugar del parque o alrededor del chalet, podrían programarse conciertos, recitales, puestas teatrales para adultos y niños o espectáculos de danza.

Tal vez podría construirse un anfiteatro que cobijara estas actividades. De ese modo, el paseo adquiriría un perfil diferente; no solo sería un lugar para la práctica de deportes, sino también un espacio para la cultura. Se podrían incorporar uno o dos bares al estilo de los del parque 9 de Julio, lo cual le sumaría otro atractivo y obligaría a que hubiese una mayor vigilancia.

Vandalismo, abandono, cercenamiento, inseguridad han sido constantes en la historia de este paseo público. Sería positivo si alguna vez el parque Guillermina ocupara el lugar que se merece entre los espacios públicos de la ciudad.