ENSAYO

JORGE LUIS BORGES, ENTRE EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD

CRISTINA BULACIO

(EDUNT - Tucumán) 

Parafraseando a Walt Whitman, podemos decir que quien toca este libro, se encuentra con una intelectual. Más aún, que con su lectura puede conocer que le preocupa a una intelectual como Cristina Bulacio. Y también como esas preocupaciones no le son ajenas a un conjeturable lector.

No es este el primer libro de la doctora Bulacio, pero sí consideramos que es uno de los que se destacan por poner a punto un dispositivo. Y que se preocupa por establecer en él, una serie de entrecruzamientos entre el logos y la pasión, entre el ensayo filosófico y la poesía. Y también, último pero no único, se ocupa de los límites, del muro, en la inevitable búsqueda de sentido. Algo que hace a la trascendencia pero sobre todo a nuestra condición de sujetos humanos.

Así es que para la trasmisión de estas cuestiones (y no es casual la cualidad de enseñante que se destaca en Bulacio) en su libro se rehúsa, una vez más, a la exclusiva y excluyente erudición y prefiere, decididamente, otorgarle a su argumentación una fluidez narrativa. Fluidez necesaria cuando el eje de su dispositivo es Jorge Luis Borges, a quien destaca como un espíritu libre que con una infrecuente cualidad para lo trascendente y para el detalle, hace saber de la sencilla complejidad en que habitamos.

En Borges, entre el tiempo y la eternidad se plantean una serie de cuestiones que no solo son aperturas sino también pueden ser iniciaciones. No es para menos cuando un capítulo se titula “Los torpes laberintos de la razón” y el fragmento final pregunta, con esa agudeza que la caracteriza a Bulacio: “¿Solo un sueño”?

Entre estos capítulos y otros que completan el libro, va dibujándose una casi inédita travesía del escritor que tan bien nos representa, ya sea con una cosmogonía finlandesa o con un duelo al sol entre hombres que alientan el honor.

Pero lo casi inédito está presente en que es la traza, la huella de la escritura de Cristina Bulacio, la que construye la travesía y nos ofrece atravesarla con nuestra propia lectura.

© LA GACETA

Carlos Brück