La consigna era hacer un dibujo libre, dejar que vuele la imaginación y los sueños y que aterricen en el papel. Lo que quisieran. Un tema libre que los alejara del drama que se está viviendo en ese otro mundo que los toca de cerca, el mundo de los adultos. Y ellos, todos, dibujaron casas. Casas con colores brillantes, con jardines tapizados de flores, con soles enormes y familias radiantes. Casas lindas y fuertes, que no corran riesgo de caerse todos los años. Casas poderosas y bien altas capaces de sacarle la lengua a la inundación.

Andrés Christian Maldonado tiene 10 años y ya está extrañando las aulas de la Escuela 343 de La Madrid. Hace casi una semana que vive con su familia en una carpa a la vera de la ruta 157, escuchando cómo reniega su familia ante la desgracia de haberlo perdido todo. Por eso, cuando ayer le propusieron hacer un dibujo, se armó la historia que más quisiera ver en este momento: “esta es la lluvia, un villano que tira rayos sobre La Madrid”, describe Andrés y señala una nube con cara de mala y con antifaz de bandido. “El sol se ha dado cuenta, pero tiene un escudo para defenderse y para salvar las casas de nosotros de la inundación”, continúa. Ahora, lo que sigue, es meter a la nube villana en una jaula “muy fuerte, muy fuerte” para que no pueda salir nunca más.

Anabel González también está viviendo en la banquina de la ruta 157. Y ayer le brillaron los ojitos cuando le mostraron los lápices de colores y le ofrecieron que por un momento dejara de mirar todo gris y marrón. Fue una de las primeras en plegarse a la actividad que les proponen a los chicos evacuados en el tráiler del Ministerio de Educación.


De nuevo, el tema era libre, pero ella no pudo escaparse de la temática de la inundación. Ella sueña con una casa bien alta, bien cerca del sol. Y si bien en su dibujo el agua se puede llevar la mesa y dejar flotando un cajonero con ropa, al menos en el piso de arriba de la casa se mantiene a salvo su dormitorio, impecable, con su lamparita y su cama seca. Hay una chimenea, hay pájaros y hay gaviotas en un cielo celeste. Y hay corazones cerca del nombre La Madrid. Anabel es muy tímida y no le gustan las fotos. Después de dibujar, intentó tocar la flauta para no escuchar todo lo que pasaba afuera.

Casas altas

El trailer de Educación estaba tapizado de dibujos coloridos de los chicos de La Madrid. Fue el espacio en el que ellos pudieron volver a ser niños, en medio de tanta desesperanza y resignación. Afuera, en sus casas, sus familias estaban sacando barro con palas y baldes de las casas, muertos de miedo ante la posibilidad de que el río vuelva a crecer, ya que se pronostican nuevas lluvias para el fin de semana. Pero los chicos pudieron ser chicos y alejarse un poco de los problemas que deberían ser de los grandes.

Esperanzas

“Desde su lugar de niños están reflejando su angustia. Están pasando por un momento muy traumático con sus familias y ellos no pueden ser ajenos a eso. Están muy vulnerables. Pero vemos que cuando se le genera un espacio para crear y para expresarse, pueden sacar todo eso y de la mejor manera, porque a pesar de todo tienen una mirada esperanzada con todo esto”, analizó Cecilia Uncos, una pedagoga que integra el equipo de Educación apostado en la banquina de la ruta. El tráiler se instaló el miércoles a la noche y de a poco se van sumando chicos. “Los tenemos que ir a buscar nosotros, porque los padres no se quieren mover de sus campamentos para cuidar lo poco que tienen y les da miedo mandarlos solos. Pero se van sumando”, contó.

Además de los deseos, los chicos se las ingeniaron para dejar una lección para todo el mundo. Con el profe de audiovisual hicieron un corto animado de pocos segundos. Con cartulinas de colores armaron una plaza con sus bancos, sus juegos y sus árboles. Y con un celular filmaron una breve y contundente historia: una mano entra con un hacha, tala los árboles de la plaza, llega el agua que los inunda (un folio transparente) y rápidamente desaparece la plaza y aparece el mensaje final: “cuidemos nuestros árboles”.