La educación se ha convertido en estos días en el eje de una discusión nacional por reclamos salariales que han devenido en un paro de 48 horas y por la divulgación de los pobres resultados que arrojaron las pruebas “Aprender” que se efectuaron en octubre pasado, cuyo objetivo era medir el aprendizaje de los estudiantes y sistematizar la información para diseñar futuras políticas educativas.

Los resultados mostraron una realidad similar a las últimas convocatorias de este tipo, que reflejaron una preocupante merma en la calidad educativa a nivel país. “Aprender” evaluó alumnos de 6° grado de primaria y 5° o 6° año de secundaria; también incluyó a estudiantes del 3º año de la primaria y del 2º o 3º de secundaria en Lengua y Matemáticas, con excepción del 5º o 6º año del secundario donde se midieron además conocimientos de Ciencias Sociales y Ciencias Naturales.

Los resultados mostraron, por ejemplo, que cuatro de cada 10 alumnos del nivel primario, de sexto grado, no comprenden los textos que leen, y en el caso de los colegios privados son dos de cada 10 estudiantes. Cuatro de cada 10 chicos de sexto grado obtuvieron desempeños básicos o por debajo del básico en Matemática. El 46,4% de los estudiantes del último año del secundario obtuvo desempeños de nivel básico o por debajo del básico en Lengua. El gobierno nacional anunció que enviará al Congreso el Plan Maestro, que busca revertir esta realidad a largo plazo.

La educación está en crisis desde hace varios años en el país, pese a que se han ensayado diversos intentos por mejorarla. Las acciones para una transformación del sistema debería surgir de un congreso pedagógico que involucrara a todas las partes del hecho educativo y que incluyera a los padres que históricamente han quedado afuera; su participación se limita, por lo general, a integrar la cooperadora.

Momentos como este son oportunos para que la sociedad se pregunte qué educación quiere para sus jóvenes, para analizar con un sentido crítico cuáles son las fallas del sistema actual y para buscar las posibles soluciones. Tal vez se debería fortalecer la capacitación del educador o elevar la carrera de formación docente al rango universitario. El maestro debe adecuarse al mundo actual dominado por la tecnología, porque este es en el cual viven a diario no sólo los chicos, también los adultos. La educación debería servir, entre otras cosas, para que los alumnos aprendieran a pensar por su propia cabeza, para que desarrollaran un pensamiento crítico, difícil de lograr si no se interrelacionan los contenidos que se brindan. Así como los hijos son, por lo general, el reflejo de los padres, los alumnos lo son de sus maestros.

La reformulación de la educación va mucho más allá de una discusión salarial. Se trata no sólo de preparar a los chicos para la universidad y el mercado laboral, sino de formar ciudadanos con un elevado sentido de la ética. La transformación del sistema educativo debería surgir de un debate amplio, de un análisis profundo y del consenso entre las partes.

“Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo, el océano de información, acá abajo, preparándonos para la navegación trasatlántica... Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica. Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más grande delante de nosotros”, dijo en una ocasión el ex presidente uruguayo José Mujica.