El 17 de enero de 1817 es la fecha aceptada como el inicio de la campaña libertadora del Ejército de los Andes que consolidó la independencia definitiva de la Argentina, de Chile y del Perú, cuya proeza comenzó con el cruce de la segunda cordillera más alta del planeta. La hazaña del cruce de Los Andes no tiene comparación en la historia militar del mundo, ningún antecedentes alcanzó tan altas cumbres (Aníbal, Julio César y Napoleón Bonaparte en Los Alpes y Bolívar en 1819 en Los Andes de la Gran Colombia) y tampoco tuvieron que afrontar escaramuzas bélicas en el trayecto montañoso, como fueron las que protagonizó la fuerza comandada por el general José de San Martín.
El Libertador fue el último soldado en partir desde El Plumerillo, el 25 de enero, pero estuvo entre los primeros en llegar al punto de reunión de la fuerza principal, entre el 7 y el 8 de febrero de 1817, en el valle de Aconcagua, previo a la batalla en la cuesta de Chacabuco. El comandante transitó detrás de todo el ejército, de acuerdo con un estilo que había impuesto Napoleón en la campaña a Rusia en 1812.
La seis columnas del Ejército de Los Andes cruzaron la cordillera por el punto más alto: Mendoza, San Juan y La Rioja, donde se levantan el Aconcagua (6.962 msnm), el Mercedario y otros picos, entre los más altos de América.
La primera “batalla”
La cadena de Los Andes estaba abierta al tránsito a pie y a mula entre diciembre y mediados de marzo, verano que no garantizaba que no hubiera temporales de nieve y viento, como fue el que sufrieron las huestes de la columna del coronel Las Heras y la del batallón de Fray Luis Beltrán, que llevaba la artillería pesada por el paso de Uspallata, en Mendoza.
El 8 de febrero, al terminar el cruce, cuatro días antes de la batalla de Chacabuco, San Martín le escribió al Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, su gran aliado político en esta empresa: “el tránsito sólo de esta sierra ha sido un triunfo. Dígnese vuestra excelencia figurarse la mole de un Ejército moviéndose con embarazoso bagaje de subsistencia para casi un mes... Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras”. Y todavía faltaban librar las batallas...
Los otros pasos usados por las tropas fueron por el sur de Mendoza: el de San Carlos llevó como jefe al capitán José León Lemos, que transitó por territorio Pehuenche y el del Planchón al mando del capitán de Granaderos a Caballo, Ramón Freire, que traspasó la cordillera con una altura media de 3.800 msnm. Freire partió desde el Plumerillo el 14 de enero.
La división San Juan, cuyo jefe fue el teniente coronel Juan Manuel Cabot, inició la marcha el 12 de enero, debiendo afrontar una gran dificultad en el vadeo del río San Juan por el abundante caudal del deshielo veraniego. El invierno de 1816 había sido muy frío y con muchas nevadas en alta montaña, según consignan las crónicas de la época.
Consultado por Eduardo Barcelona para Télam, el general (r) Diego Soria, miembro del Instituto Sanmartiniano, informó que el ejército del Libertador atravesó la espina vertebral de la América del Sur con 4.500 hombres: 3.900 soldados y 1.600 de la maestranza, baqueanos y chasques que cumplieron con la anónima tarea de comunicar lo que ocurría durante los 24 días de marcha a cada uno de los jefes y, en especial, al comandante.
Si se planta la mula...
Todos los hombres, incluida la infantería, cruzaron a lomo de mula, el único cuadrúpedo confiable en los caminos de montaña. “Si se planta la mula, es porque no se puede pasar”, dice una máxima vigente entre los baqueanos.
Se usaron 10.000 mulas para servir al cruce. Los 1.200 caballos que habían salido en los primeros días de enero desde el Plumerillo llegaron a la batalla de Chacabuco el 12 de febrero sin ser montados, los llevaron de las riendas para no forzarlos ni exponerlos en un terreno donde no eran aptos.
Junto con mulas y caballos, fueron arreadas 600 reses para ser carneadas durante el camino. Entre las previsiones de comida, San Martín ordenó el armado de 6.000 arrobas (unidad de peso de la época de 35 kg cada una), porque en la cordillera no había aprovisionamiento posible y tampoco pasto para los animales. También cargaron forraje para los animales.
Las previsiones resultaron satisfactorias e incluyeron vino y aguardiente para los soldados para el caso de sufrir mal tiempo en la montaña, que aun en verano puede se mortal.
Al cabo del cruce, el Ejército de Los Andes sólo había perdido 300 hombres de los 4.500 que habían iniciado la travesía de montaña, sólo superada en altura media por la cordillera del Himalaya, en Asia. Todas las bajas fueron productos de enfermedades y accidentes de la sierra.
Cada una de las columnas tuvieron una misión general: llegar a Chile en condiciones de combate y una particular: tomar el poder en la zona en la que desembocaban.
La columna principal que cruzó por Los Patos y la de Las Heras, que lo hizo por Uspallata, debían prepararse para enfrentar la división más importante realista, que según lo previsto por San Martín, los esperaría en la cuesta de Chacabuco.
La Batalla de Chacabuco
El 12 de febrero se produjo la batalla de Chacabuco, que luego de cuatro horas “de fuego vivísimo”, según la descripción de San Martín en una carta a Belgrano, el Ejército de Los Andes acabó con la resistencia realista. Los leales a la corona española tuvieron 600 muertos, 500 prisioneros y más de 1.000 fusiles pasaron a manos americanas.
San Martín ordenó no perseguir al enemigo en la huida, dado el cansancio de los hombres y de la caballada que había cruzado Los Andes en 24 días y librado con éxito el primer combate que permitió proclamar al Libertador: “todo Chile ya es nuestro. Nos batimos con una división enemiga de 2.000 hombres. Los que murieron de los nuestros no alcanzan a 50”, añadió a Belgrano.
Para el general Soria, la campaña del cruce de Los Andes es el punto de inflexión de la epopeya libertadora. “A partir de aquí los realistas perdieron la iniciativa histórica y militar. Esto influyó en el resto del continente. Este es el valor del cruce y del triunfo en Chacabuco”, expresó.
Los restos del general José de San Martín descansan hoy en una capilla dentro de la catedral de la ciudad de Buenos Aires, donde también hay dos urnas con los de sus amigos los generales Tomás Guido y Juan Gregorio de Las Heras.
En las paredes hay placas de mármol con los nombres de las batallas de San Lorenzo, Chacabuco, Maipú y Lima, adonde ingresó sin disparar un sólo tiro. Pero no está la de la hazaña del cruce de Los Andes.