Los humanos nos pasamos la vida entre la espada y la pared. Diferentes espadas y diferentes paredes. “Venganza y culpa. Dilemas y respuestas del Psicoanálisis”, el nuevo -décimo- libro de Marta Gerez Ambertín bucea profundamente en la literatura, en los mitos y en el cine, además de en su práctica como psicoanalista, para desentrañar la relación entre la culpa y la venganza. “Yo había escrito mucho sobre la culpa, hasta que me di cuenta de que era imprescindible preguntarse por la venganza, su contracara; dos expresiones intrínsecas del hecho de ser humanos”, relata Gerez Ambertín, que es actualmente la directora del Doctorado en Psicología de la UNT.
El libro será presentado el martes 1 de noviembre a las 20, en el Teatro Municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.500). Se referirán a él la vicedecana de la Facultad de Psicología, Ana Ortiz de Ferullo; la subsecretaria de Extensión de la Facultad, Fabiana Lávaque, y la secretaria académica del Doctorado en Psicología, María Elena Elmiger.
“El deseo de venganza es lo que nace en los humanos cuando reciben un daño: actos violentos, traiciones, infidelidades...”, afirma Gerez Ambertín. La venganza envalentona y nos permite defendernos. Pasa lo contrario con la culpa: intimida, encierra, sitia por dentro al sujeto, lo condena... lo paraliza y lo hace menos peligroso para el conjunto social.”
Políticamente incorrecta
“La venganza está siempre ahí es una expresión siempre presente de nuestra humanidad; aunque tratamos de disimularla, no podemos librarnos de ella; es inevitable. Sin embargo -destaca-, es políticamente incorrecta; todo lo vengativo es peligroso y se busca eliminarlo, tanto de la subjetividad como de lo social”.
Es inevitable, añade, porque remite a daños recibidos y a la necesidad de desagravio, de des-quitarse (recuperar de alguna manera lo que se nos ha quitado). Esa necesidad nace de nuestra desprotección originaria: primero dependimos de nuestros padres y después el Estado nos protege por medio de la ley y la Justicia. Pero, aunque estos sostienen la cultura en general e impiden la anomia absoluta, con mucha frecuencia resultan insuficientes en el día a día. Por eso necesitamos defendernos nosotros mismos. Y allí los límites entre venganza y justicia comienzan a ser difusos.
Darle cauce
Si no es posible eliminarla, ¿cómo hacer para que vivir no sea un exterminio?
“Decía Raúl Zaffaroni que lo jurídico es un intento de encauzar la venganza, lo que implica reconocer que es difícil desalojar la venganza de la subjetividad -destaca Gerez Ambertín-. Pero la alternativa sería la ‘justicia por mano propia’, esa especie de justicia salvaje que sólo genera una espiral interminable de violencia”.
En esos intentos de reencauzarla, explica, los sujetos encuentran diferentes destinos o “puertos” para la venganza. “Uno de ellos es la sublimación: todo el odio y la bronca se transforman en una obra de arte, o en una práctica médica reparatoria, como la cirugía práctica”, ejemplifica. “Hay otros destinos menos logrados, como la inhibición por ejemplo, donde alguien no hace el acto de la venganza pero se queda toda la vida fantaseando que alguna vez la llevará a cabo. Y hay otra gente que vuelca la venganza contra sí , se maltrata... y aquí reaparece la culpa- explica-. Pero no olvidemos: puede derivar hacia el acto en cualquier momento, está siempre al acecho”.