De Santiago Kovadloff, un renacentista reencarnado en el siglo XXI, no debería sorprender esta travesía poético- musical a varias manos que él y un grupo de músicos y artistas visuales han bautizado “Inspiraciones” . Cuenta el filósofo que la puesta que sube hoy a escena en el San Martín en el marco del Septiembre Musical “escenifica los efectos de la inspiración sobre tres artistas que, transfigurados por el momento en que irrumpe en la vida de ellos esa visión iluminada que permite captar las cosas más allá de la obviedad y el cotidiano, van traduciendo en la ejecución pianística, en el canto y en la poesía, los efectos y las propuestas de la inspiración”. 


“Se trata de una propuesta que reúne en un escenario a un músico, a un pianista, un francés exquisito, Pierre Blanchard, a quien es seguramente uno de nuestros más grandes músicos y cantantes, el barítono Víctor Torres, y a mí en lectura de poesías. Pero, en verdad, la obra es también visual, y no solo auditiva; es un espectáculo en el que tiene un papel decisivo Federico Joselevich Puiggrós, que escenifica en el sentido literal de la palabra todo lo que se va diciendo a través de proyecciones de los textos cantados o dichos desde el escenario, dándoles una movilidad a las palabras que conforman el lenguaje en un bailarín de la obra; de modo que en el escenario somos cuatro: un pianista, un poeta, un cantante y un bailarín de letras”, afirma el autor de “El silencio primordial” y traductor al español de la obra de Fernando Pessoa.

Añade el poeta que a “Inspiraciones” la construyen también Valeria Kovadloff (dirección escénica), Matías Sendón y Adrián Grimozzi (iluminación), Laura Molina (vestuario) y Leticia Puerto (asistencia de dirección).

- ¿Cómo se siente alguien que pasa de la soledad de la escritura al trabajo en equipo?

- Mire, el mundo de un escritor es sin duda un mundo bastante solitario en lo que hace a la composición, al destino de la inspiración. Pero, de todas maneras, el escritor es un ser fantasmáticamente acompañado por muchedumbres, porque el poema en mi caso, o el ensayo, están permanentemente dirigidos a un lector imaginario que es cómplice del escritor en el momento de la creación; es aquél a quien le hablamos, y en cuya inteligencia y sensibilidad confiamos. Pero, sin duda, pasando de lo virtual a lo real, trabajar con otros seres humanos con sentido orquestal, como ocurre en esta obra, es para mí una satisfacción enorme. Y, sobre todo, el privilegio de trabajar con una hija que dirige nuestra tarea es uno de los regalos más grandes de la vida.