Revuelve las entrañas de la madera y viste el cuerpo desnudo con cuero de cabra u oveja para encontrar sonidos que se oirán desde lejos. El artesano mantiene con sus manos la tradición de descubrir los tonos que están dentro de la materia y adaptarlos a las necesidades expresivas de quienes nacieron músicos, quizás sin saberlo.
Froilán El Indio González estuvo en Tucumán para encabezar la multitudinaria y colorida segunda Marcha de los Bombos en Tucumán, que organizó el Centro de Residentes Santiagueños en la provincia en adhesión a los festejos por el Bicentenario de la Declaración de la Independencia.
Considerado el principal luthier de ese instrumento en el país, el artista santiagueño le cede la primera plana. “El protagonista es el bombo. Cuando lo tocamos, late muy fuerte nuestro corazón y eso nos hace sentir muy arraigado a la tierra, a través de un instrumento de comunicación muy antiguo”, le dice a LA GACETA.
La veteranía de la percusión la remite a los comienzos de la historia, cuando el golpear un tronco se transformó en la primera forma de pasar mensajes a la distancia. Y atravesó todas las culturas y geografías, afincada en cada una como parte indisoluble de la propia identidad de cada pueblo.
González lleva más de 50 años involucrado con el instrumento. “Tenía 10 años (N. de la R.: ya cumplió 64 años) cuando empecé a hacer mi primer bombo. Estaba pescando con mi papá y mis hermanos cuando encontramos un tronco de ceibo en el río. Mi papá se lo quería llevar a mi tío Polo, su hermano, que era músico y alumno de Andrés Chazarreta, pero vivía lejos. Lo llevamos rodando hasta la casa y ahí propuso que lo hagamos nosotros. Así empezó la historia del primero, hecho con muy pocas herramientas y sin gubia, con las indicaciones de mi tío, tablas de quebracho blanco para hacer los aros y los correajes. Después empezamos a hacer algunos chicos para vender a los turistas y me encariñé mucho; incluso llegó un salteño a pedir que le repararan un bombo”, relata.
Hay algo de mágico en el episodio. “Todavía no puedo comprender por qué el ceibo pueda flotar siendo más pesado que el algarrobo y siendo un árbol tropical”, admite.
“De lejos percibo mis bombos porque los hago con afinación, lo que necesita de 15 a 20 días de ejecución. Aconsejo a los músicos qué bombos pueden usar para tener mayor resonancia en los graves. Siempre me ha gustado asesorar para que no compren los que tienen parches de cuero de cabrito: deben ser hechos de cabra y oveja adultos. Se los moja de un día para el otro y se los estaquean al sol para poder probar la resistencia del parche antes de armarlo”, señala.
El bombista menciona como su mayor logro “haber aprendido a afinar los instrumentos, pero todos los días aprendo algo en mi taller, donde trabajo con nueve chicos aprendices; quiero que ellos aprendan el oficio porque son el futuro”.
“En la época de oro del folclore todo era tradicional, no había avanzado la tecnología del sonido. Ahora los músicos jóvenes van buscando su camino en la fusión y en la proyección; lo importante es que estén metidos en la música, y que se vayan adecuando sin perder la identidad. Como decía don Sixto Palavecino: primero hay que mamar las cosas básicas de la tierra y después incorporar lo nuevo. Lo más importante es saber de dónde venimos y hacia dónde queremos ir”, afirma.
LAS ETAPAS
La elección
troncos de ceibo
El bombo nace de troncos de ceibo medidos y cortados, que se ahuecan con gubia. El exterior se limpia a hachazos.
El secado
brasas desde abajo
El cilindro ya listo se seca con brasas desde la base, mientras se prepara la varilla de quebracho para el aro.
El cuero
tenso y resistente
El cuero es de cabra u oveja adultos y, luego de su lavado, se lo estaquea para comprobar la resistencia.
Todo listo
pirograbado
El correaje es lo último que se pone. Cada bombo lleva un dibujo o texto, que se graba con planchuelas de hierro.