“Debo hacer un mea culpa -admite Diego Batlle cuando se le pregunta qué tanto conoce del cine que se hace en las provincias-. Al vivir en Buenos Aires uno está muy encerrado porque la industria está instalada allá. Sinceramente hay una falencia o una dificultad de nosotros (los que viven en la Capital) para llegar a las provincias, y al revés”. La semana pasada, el periodista y crítico de cine -uno de los más conocidos del país- pudo, sin embargo, compensar ese déficit: invitado por la organización del Festival Cortala, dio un taller y una charla abierta en Tucumán, y en esos contextos conoció mejor la producción cinematográfica y de crítica local. Evidentemente fueron días fructíferos porque, antes de que saliera su avión de regreso, tuiteó: “la pasé muy bien en Tucumán. Linda experiencia docente en el @FestivalCortala. Sí, los porteños deberíamos conocer más y mejor el interior”.

Sostiene Batlle que ese abismo está dado también porque muchas de las películas que se filman en las provincias están producidas desde Buenos Aires. “Ese es otro problema: que el director del interior deba ir a la Capital a conseguir financiación para después volver a su provincia y filmar. Es un sistema malo, pero eso tiene que ver con esta cualidad unitaria que siempre ha tenido la Argentina”.

- Viniste a hablar de nuevas tendencias en el cine argentino, ¿alguna está vinculada con el cine que se hace en las provincias?

- Sí, estuvimos hablando de algunos casos exitosos. Me referí al Nuevo Cine Cordobés, que funcionó muy bien en los últimos años y en el que los que filmaron primero produjeron a los que venían después. En ese caso incidió una tradición de críticas, cineclubes, apoyo provincial y muchas escuelas de cine privadas y públicas: esa suma generó una nueva camada en esa provincia, pero también está pasando en otras y hay casos aislados como “Los dueños”, la película tucumana que fue a Cannes. O sea que están pasando cosas en el interior, pero más allá de los apoyos nacionales, como el del Incaa, se necesita que las provincias se sumen. Tucumán se debe un buen sistema de fomento a la producción local.

- Hasta que eso ocurra o se gestione, ¿qué pueden ir haciendo los realizadores?

- Formarse, viajar, estar en contacto con otras realidades, ver otro tipo de cine. Una de las novedades que se presentó en el Cortala fue una asociación de productores y directores (la Asociación Tucumán Audiovisual), y juntarse siempre es bueno porque cuando se reclama algo o se hace lobby ir de a uno es muy frustrante. De a varios por lo menos el pedido tiene más fuerza.

- ¿Cuál es la importancia de festivales como el Cortala?

- Todo festival es bueno porque en la cartelera comercial sólo se ven las películas grandes, ya sean argentinas o extranjeras, pero sólo las masivas; casi no hay espacio para otro tipo de cine y menos para cortos. Así que es fundamental que desde la Provincia y la Municipalidad se apoyen estos emprendimientos porque si no, no habrá lugar para que se muestren los nuevos directores. En Tucumán me encontré con mucha gente de un nivel muy bueno y si no encuentran cómo difundir sus trabajos habrá una frustración muy grande, y sería una pena porque la calidad que vi en el taller y en la charla fue realmente excelente.

- El eterno problema de la exhibición.

- Por suerte hoy se está produciendo mucho porque hay apoyo y facilidades, y la tecnología es accesible. El problema no está en la producción sino en qué hacer con eso que se produce, qué hacer con los cortos, medios y largometrajes que se hacen en todas las provincias y que no tendrían cómo mostrarse si no fuera por los festivales, los Espacio Incaa, Incaa TV o alguna salas alternativa. Es un contrasentido producir mucho y que se vea poco, es frustrante e injusto para los directores.

- ¿Cuál es el encanto de un corto? No estamos habituados a ellos como sí al largometraje.

- El corto tiene dos grandes posibilidades. Por un lado, es la carta de presentación para un nuevo director ya que llegar rápidamente a un largometraje es difícil. Un corto requiere menos jornadas de rodaje y menos presupuesto. Es verdad que en Argentina no está tan difundido, no tiene incentivos ni se ve en la TV. Francia, por ejemplo, tiene un modelo de industria en que el corto es reconocido, exhibido, financiado y circula de manera amplia. Acá nos falta mucho por recorrer en ese sentido. Por otro lado, a nivel artístico, el corto te obliga a ser muy conciso y contundente en cuanto a la formulación de una historia, y es difícil ser bueno y breve a la vez. Uno tiene tendencia a alargarse y repetirse.

- ¿La TV y las nuevas plataformas digitales pueden contribuir a una mayor difusión del corto?

- Sí, de hecho existen un montón de plataformas y festivales on line dedicados a ellos, con buenos sponsors y premios. Si no van a llegar a la pantalla grande, por lo menos pueden encontrar en esas plataformas un camino alternativo.

- ¿Qué te parece indispensable en un periodista de cine?

- Cuantos más conocimientos tenga, mejor. Obviamente debe saber de historia de cine, de tecnologías, estar actualizado, tener idea de cómo se filma y produce una película. Y tratar de tener un estilo propio, una forma de escribir y ver el cine, de defender los espacios más desfavorecidos. Hay todo un cine que cuenta con una maquinaria de promoción y marketing muy grande, y que no necesita tanto de la defensa del crítico; en cambio, hay zonas de la producción que necesitan que uno las ponga en foco, en el centro de la escena, siempre que sean de calidad, no por ser independientes o de bajo presupuesto merecen que uno las elogie de por sí. Hay que descubrir lo que está en lo lateral. Y hoy tenemos muchas posibilidades porque gracias a la la tecnología -y a los viajes, en el caso de quienes pueden hacerlos- estamos en contacto con otras realidades y otros colegas. Las películas circulan mucho más fácil y rápidamente, entonces uno ya no está tan aislado y perfectamente puede generar una carrera desde el interior del país.

- ¿Cómo explicás que, como publicaste en La Nación, los números del cine sigan creciendo en este contexto de crisis?

- El cine tiene sus tiempos, sus números y no necesariamente acompaña a un florecimiento o una crisis económica general. Es un esparcimiento en algunos lugares más barato que otros porque hay algunas promociones. También hay una realidad: cada vez menos películas tienen más público. Hasta ahora la más vista de este año es “Me casé con un boludo”, con dos millones de espectadores, y el resto son películas de Pixar, Disney o Marvel. Para el cine de autor, independiente o más pequeño la situación sigue siendo muy difícil.

- La fuerza de Netflix y de plataformas similares, ¿le quita público al cine de sala o lo fomenta?

- Si se miran los números macro, no le estaría quitando. Más bien se lo quita a la televisión abierta, que tiene cada vez menos público. La gente mira cada vez menos TV tradicional y va más hacia estas plataformas, quiere ver las series en el momento en que lo desea y no cuando le programan. Eso es un cambio social muy fuerte y también pasa con el cine. Lo que pasa es que el cine tiene algunas películas muy mainstream que se estrenan en todo el mundo a la vez y generan eventos que, por ahora, la gente no quiere perderse. Esos filmes no están perdiendo público ni van a ir primero a Netflix. A las pequeñas películas de autor o independientes sí las puede comprar directamente Netflix y nunca llegan a las salas.

- Tal vez a los realizadores no les convenza que películas que hicieron pensando en el cine se estrenen en internet.      

- Sí, creo que cuando un cineasta piensa su película para la pantalla grande, con un trabajo muy elaborado de arte y fotografía, probablemente se sienta muy frustrado si esta va directo a una plataforma on line. Todos querrían tener un paso primario por las salas de cine, donde los filmes se ven en todo su esplendor. Pero bueno, los tiempos van cambiando. También es cierto que en un futuro todos tendremos televisores 4K o 8K y, si bien nunca van a reemplazar exactamente a una pantalla de cine, cada vez es mejor la tecnología para ver cine en las casas y en buenas condiciones.