Una escucha telefónica involucra a “El Mono” y “La Chancha” en el negocio del narcotráfico
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En el diálogo, dos de los sospechosos hablan en código y dicen que necesitan “garbanzos y porotos” para preparar “las empanadas”
“…Estaríamos ante un numeroso grupo de sujetos, con una organización estable y planes criminales diversificados, cuyo origen data al menos del año 2002 y que continuarían ejecutándose en la actualidad bajo el mando de los hermanos Rubén Eduardo y Adolfo Ángel Ale; y entre cuyos objetivos principales se encontraría la presunta producción y comercialización de estupefacientes…”

Ese pequeñísimo fragmento del fallo del juez federal Fernando Poviña transformó en una pesadilla la vida de Rubén “La Chancha” y Ángel “El Mono” Ale. Durante sus vidas ambos enfrentaron numerosos cargos: homicidio, amenazas, lesiones, tenencia ilegal de armas y usurpación, entre otros. Pero jamás habían sido acusados de narcos, una imputación que -según comentan sus allegados- no los deja dormir y está haciendo estragos en el estado de salud de los hermanos Ale. Y eso no es todo, también serán enjuiciados por lavado de activos, asociación ilícita y cobro extorsivo de acreencias propias y de terceros.

La Unidad de Investigación Financiera (UIF), que actuó como querellante en la causa, le pidió a Poviña que los acuse de tener negocios con las drogas. Los pesquisas del organismo llegaron a esa conclusión -según consta en el extenso pedido a elevación a juicio que presentaron y que fue aceptado por la Justicia- al analizar los negocios que realizaron en los últimos tiempos el denominado “Clan Ale”.

Los investigadores plantearon -siempre de acuerdo a lo que consta en el expediente- que los hermanos Ale tenían negocios por separado y en común. Por ejemplo, aseguraron que “La Chancha”, sin reconocer que eran suyos, manejó  la remisería Cinco Estrellas y la Gerenciadora del NOA, por citar algunos. En tanto que “El Mono” se dedicaba a los juegos de azar y a la actividad agropecuaria. Y entre los emprendimientos que tenían en conjunto, los acusaron de producir y comercializar drogas, planteo que finalmente fue aceptado por el juez Federal.

Los investigadores sostuvieron que no todos los integrantes del “Clan Ale” estaban involucrados en este negocio. Según señalaron, Carlos “Ututo” Ocampos, César “Mono” Manca, Ernesto Santos Cátulo y Hernán “Memo” Lazarte podrían estar involucrados en esta actividad (comercialización de drogas). Pero quedaron de lado, entre otros, María Jesús Rivero, Roberto Dilascio, Fabián González y Victor “Pelao” Suárez, piezas claves en la investigación de la causa de lavado de activos y asociación ilícita.

“Lo que están afirmando es una verdadera locura, un atropello. No hay ninguna prueba concreta que los involucre en el tráfico de drogas. Es más, movilizaron tres helicópteros y más de 300 hombres de las fuerzas nacionales para encontrar cinco gramos de una sustancia que no tenía ni el 2% de cocaína. Queremos ir a juicio cuanto antes para que se aclare todo este papelón”, dijo indignado Víctor Taleb, defensor de “El Mono” Ale.

Las pruebas

La UIF para realizar la acusación en contra de los hermanos Ale se basó en los datos que aportaron dos testigos con identidad reservada, escuchas telefónicas y trabajos de inteligencia que realizó en nuestra provincia personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria.

Una de las testigos protegidas, identificada como F081014, declaró -según consta en el expediente- que  “…en distintas ocasiones, durante todo el tiempo que trabajó para él (‘El Mono’ Ale), lo escuchó hablar de venta de droga, haciendo alusión a que la mercancía no estaba, que faltaba la plata de la mercancía, entre otros códigos que se utilizaban, todo ello sumado a que en la oportunidad que ya relató, vio cocaína en una caja en el local de juego”.

En su testimonio., la mujer también explicó -de acuerdo con lo que figura en el expediente- cómo dividían la ciudad en zonas para la distribución de drogas. “Por ejemplo una persona apodado ‘Galllinita’ estaba encargado de la zona 10 que pertenecía a Villa Luján. ‘Los Acevedo’ estaban a cargo de la ‘zona roja’ que era el barrio de la Bombilla, que es donde luego pusieron una sucursal de Cinco Estrellas que tenía por objeto controlar el lugar”, precisó la testigo.

Cuando habla de “Los Acevedo”, se refiere a los integrantes de la barrabrava del Club Atlético Tucumán. Gustavo González, uno de los hermanos que está en libertad se sorprendió cuando LA GACETA le consultó sobre el tema. “Es una locura. Todo Tucumán sabe que siempre fuimos enemigos (de los Ale). Es un chiste que nos vinculen con ellos y nada menos que por temas de drogas”, señaló “El Gordo Gustavo”.

Los enfrentamientos entre ambas familias ocuparon varias páginas en la sección Policiales de este diario. Sergio “Chupete” Acevedo fue acusado del crimen de Pablo Palavecino, medio hermano de Rivero, ocurrido en marzo de 2003. Además, “El Gordo” González denunció a “El Mono” por haberle pegado un tiro en una pierna durante una discusión que mantuvieron en el parque Guillermina. “Solo una persona que no esté bien de la cabeza puede decir que nosotros fuimos socios de los Ale”, agregó el líder de “La Inimitable” en diálogo con este diario.

La UIF también tomó los dichos  de otro testigo de identidad reservada para sostener la acusación contra los hermanos Ale. “La cabeza del negocio son Rubén y ‘El Mono’ Ale, que es un negocio conjunto de ambos y que los nombrados son los que financian el negocio de la droga”, dijo el hombre que aparece en el expediente identificado como JTP245. Eso sí, no aportó ningún tipo de pruebas para confirmar sus dichos.

Empanadas y garbanzos

Tanto la querella como el juez Federal Poviña tuvieran muy en cuenta un diálogo que mantuvieron dos de los acusados y que fue detectado a través de una escucha telefónica. En el expediente se puede leer: “Manca llamó a Enrique Chanampa para decirle que tenía la plata para prestarle, pero que no quería ir para la zona de su casa porque debía cocinar unas empanadas para ‘El Mono’ y quería empezar ese mismo día. Asimismo, Manca le consultó si había visto a George Bush, puesto que estaba pensando en ir a comprarle un poco de garbanzo y porotos, siendo que si iba para ese lugar podían verse e intercambiar, solicitándole a su vez que le guardase un pedacito de carne para la comida suya…”.

Según la UIF,  todas estas palabras demuestran “la utilización de códigos destinados a encubrir la actividad de producción, almacenamiento, transporte y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización que desplegaban, así como el financiamiento y la organización de dichas actividades por parte de quienes conectaban a (Enrique) Chanampa con el jefe de la organización”.

Taleb se toma la cabeza cuando quiere analizar esta parte del expediente. “Chanampa es como un hijo para Ángel Ale. Él es un cocinero y no hubo reunión que mi defendido hiciera en la que no haya servido empanadas preparadas por él”, destacó el defensor de “El Mono”. 

“El tema de los porotos y de los garbanzos no son códigos, sino lo que hacía mi representado todos los años. Antes de que comenzara la zafra, él reunía en un almuerzo a todas las personas que tenían algún tipo de vínculo en esta tarea en un gran almuerzo. Hasta el cura de Santa Rosa de Leales concurría a bendecir a los hombres y a las máquinas. Ángel es un hombre muy creyente y no puede creer en el papelón que terminó enredado por unos irresponsables”, concluyó el abogado defensor.