Se podría pensar que con más de 50 años de carrera (no de edad, que son varios más) estos viejos hazmerreíres tienen la receta de la carcajada. Que de solo verlos en el escenario, aunque estuvieren mudos, provocarán muchas gracias de nada de una manera infalible. Pero no, incluso para Les Luthiers arrancar risas cuesta vértigo, demanda pruebas y produce errores. Es por eso que se han convertido en esa imparable maquinaria creativa que a pesar de las piedras que entraron en los engranajes continuó adelante.
Comenzaron con un tropezón, cuando a los pocos años de haberse formado falleció el fundador del grupo, Gerardo Masana. Más acá, hace menos de un año, cantó sus últimas estrofas la vida de Daniel Rabinovich. Y ellos eligieron seguir, a pesar de todo. “Porque es lo que mejor nos hace y porque es lo que mejor sabemos hacer”, explica en una entrevista con LA GACETA Marcos Mundstock (74 años), integrante del grupo desde sus inicios e incluso antes.
Para eso, Rabinovich ha sido reemplazado (si tal cosa es posible) por Horacio (Tato) Turano y Martín O’Connor, completándose la formación con los legendarios Carlos López Puccio, Jorge Maronna y Carlos Núñez Cortés. “Viejos hazmerreíres” es el nombre del show antológico que vienen presentando desde 2014 y con el que llegan a Tucumán con tres funciones: hoy, mañana y pasado. Y mientras hacen todo por que te rías, también prueban los números para la próxima antología, que se estrenará en mayo del año que viene.
- ¿Qué implica para Les Luthiers presentar antologías?
- Es muy gratificante, es algo muy bueno para el público porque presentamos las cosas que ya están probadas y que a nosotros nos gusta hacer. Claro que no elegimos al tuntún. Buscamos que la mezcla sea armónica, que haya variedad de temas, que las actuaciones estén repartidas entre nosotros y que tengan alguna organización. En el caso de “Viejos hazmerreíres” está centrado en una transmisión de radio, inspirado en nuestro viejo sketch “Radio Tertulia: nuestra opinión y la tulia”. No se puede decir que es lo mejor de nuestra carrera, sino uno de los posibles concentrados de los casi 30 espectáculos que tenemos.
- ¿Qué cosas le gusta a la gente y qué cosas no tanto?
No podría decirlo porque es muy variable. Respecto de las temáticas nos hemos encontrado que con cosas de mucha actualidad, o más bien de realidad, funcionan muy bien, como en el show anterior que hacíamos los políticos corruptos que cambiaban el himno nacional. Pero al lado hacemos un número totalmente absurdo, de vampiros, y también funciona. Yo creo que en realidad depende de la calidad del número. No tenemos normas, sólo que tiene que haber música y mucho ingenio. No sabemos más que eso...
- O sea que no tienen recetas ni quieren tenerlas...
- ¡Nos encantaría tenerlas! Pero aun haciendo antologías, con cosas que funcionaron en su momento, nos equivocamos. Nos ha pasado en uno de estos espectáculos que incluimos el número de “El rey enamorado”, que fue uno de nuestros hits, pero cuando lo volvimos a poner no funcionó. Andá a saber por qué...
- ¿Y cómo se sienten teniendo todavía que enfrentarse a ese vértigo?
- Da un poco de nervio, pero al mismo tiempo, cuando la moneda sale cara, es un gran placer.
- ¿Cómo es el proceso creativo de Les Luthiers?
- Tuvimos distintas épocas. Al principio los que creábamos música y letra éramos el finado Gerardo y yo. Cuando el grupo empezó a crecer empezamos a tener reuniones y a escribir entre varios. Pero luego volvimos a que cada cual hiciera lo que mejor le sale. En las últimas décadas el sistema es que los textos los escribimos López Puccio y yo, nos sentamos y escribimos una canción, un texto o una escena y alguno de los otros, incluido López Puccio, le ponen la música. Después lo ensayamos y lo intercalamos en el show para ver cómo funciona con el público. Ese es el mecanismo de ahora. Claro que en los ensayos todos aportan, cambian o agregan cosas...
- Siempre en un contexto de buena onda, buen humor... ¿o no tanto?
- Y... nos peleamos un poco. Generalmente estamos bien, pero los ensayos son difíciles. Porque en el primer y segundo ensayo todos festejamos los chistes. Al tercero ya te parece que es una idiotez y al cuarto ya te querés matar. Pero después cuando lo probás con el público y ves que funciona, decís: ‘ahh... cierto que esto era gracioso’.
- ¿De quién es el rol de levantar el ánimo cuando decaen?
- Creo que nos lo repartimos. Después de tantos años de trabajar en lo mismo, y que el producto que hacemos nos encanta y nos devuelve mucho en todos los aspectos -artístico, narcisista, monetario- nos une mucho. Entonces además de ser un grupo de hermanos tenemos una empresita familiar que cuidamos mucho.
- Hacían terapia grupal...
- ¡Sí! Durante varios años lo hicimos. Tomamos la decisión cuando estábamos en una crisis jodida, cuando se estaba por morir “El Flaco” (Gerardo Masana), en los comienzos del grupo. Comenzamos a hacer terapia institucional con el doctor Fernando Ulloa, para ver cómo funcionábamos entre nosotros, para llevarnos mejor. Como pasa con todas las psicoterapias uno nunca sabe cómo habría sido sin eso. Yo creo que al grupo le hizo muy bien.
- ¿Y en estos últimos momentos críticos, cómo lo están llevando?
- Estamos un poco en eso todavía. Somos un grupo de hermanos, y se nos ha muerto uno. Todavía no pasó un año. Cuando murió Daniel sabíamos que íbamos a seguir laburando, esa era la principal decisión a tomar. Pero él ya no trabajaba desde febrero (murió en agosto), entonces nos fuimos acostumbrando a la idea. En algún momento surgió la posibilidad de dejar, pero dijimos que esto es lo que mejor nos hace a nosotros y lo que mejor nos sale en la vida, y el público nos lo agradece.
- Necesitaron dos integrantes para reemplazar a uno…
- Bueno sí, pero dicho así suena a que los dos nuevos integrantes no alcanzan para reemplazar a uno y no es así. Lo que pasa es que nuestros espectáculos son a la medida de lo que sabemos hacer cada uno. Uno es tenor, toca cuerdas y es buen actor. Otro es buen actor pero es barítono… Entonces encontrar alguien que tuviera las mismas cualidades que Daniel era casi imposible. Martín O’Connor lo reemplaza en la parte actoral y “Tato” Turano en lo actoral. Pero nosotros tenemos un sistema de reemplazantes, un banco de suplentes que se saben los papeles de todos, por cualquier cosa. Ellos dos ya venían trabajando con nosotros desde hacía muchos años. Martín está hará cuatro o cinco años y Tato más de 15.
- ¿Algún recuerdo de Tucumán?
- ¡Sí señor! En Tucumán se estrenó la “Cantata Modatón”, que fue la piedra fundacional del grupo, durante el Festival de Coros Universitarios de 1965. En el concierto de clausura se presentó por primera vez la Orquesta de Instrumentos Informales, con un coro mixto, hicimos la Cantata –compuesta por Gerardo- sobre textos del prospecto del laxante Modatón (más adelante, para grabar el disco y por cuestiones legales, cambiaron el nombre por “Cantata Laxatón”). Nosotros integrábamos el Coro de la Facultad de Ingeniería En esa época yo trabajaba como locutor en Radio Nacional. Fue la única vez en mi vida que tuve que faltar al trabajo porque quedé con disfonía, no sé si por el entusiasmo o por qué, pero el parto de Les Luthiers fue con esas consecuencias.
Batería de cocina
Entre los instrumentos usados en el show de Les Luthiers aparece la batería de cocina. Consta de dos partes: la más aguda (melodía), es un grupo de 11 sartenes; la grave (acompañamiento), de seis ollas. Los recipientes van montados en bastidores y funcionan como cajas de resonancia ya que en realidad se trata de un instrumento de cuerda “pellizcada”. Cucharas de madera accionan pequeñas uñas de metal que son las que tañen esas cuerdas. El sonido que produce recuerda al clave. Fue construido por Hugo Domínguez para ser utilizado en la obra “Receta postrera” de la antología “Viejos hazmerreíres”.