El espectacular triunfo logrado ayer en tiempo adicionado por Atlético Nacional sobre Rosario Central por 3 a 1 en Medellín tuvo la virtud de mostrar un partido intenso hasta el asombro, con el protagonismo de tal vez los dos equipos de mejor juego en la actual edición de la Copa Libertadores de América.
El encuentro también hizo sonar algunas alarmas, al repetir un final como los de aquellas viejas batallas del fútbol sudamericano, con las pulsaciones a diez mil y golpes por todos lados.
Habrá que prestarle atención a esto, en el caso puntual de la localía del equipo de Medellín en el estadio Atanasio Girardot, porque en la anterior definición (victoria 4-2 contra Huracán por los octavos de final) un escandaloso arbitraje del venezolano José Argote perjudicó notoriamente al equipo de Parque Patricios y derivó en incidentes y golpes entre jugadores del "Globo" y algunos de sus rivales, apoyados por personal de seguridad.
Porque la intensidad y energía desbordante que llenó de espíritu futbolero la cálida noche de Medellín no merecían ese final, que estalló tras el gol y el festejo descontrolado de Orlando Berrío sobre el arquero Gastón Sosa, y que amenazó con una batalla campal.
Batallas en el tono de las que aún muestran aquellas fotos agrisadas de la década del '60, cuando la guapeza mal entendida llevaba situaciones que después derivaron en que los clubes europeas eligieran muchas veces no competir con los campeones sudamericanos.
Las cosas cambiaron, la organización y el negocio del fútbol se esmera en evitar esos problemas -muchas veces no lo consigue, debido a los desastrozos arbitrajes que suelen verse- y otras veces son los propios jugadores los que la complican.
Cuando Central era asediado por el equipo "Paisa" y se defendía con una línea de cinco, otra de cuatro y Marco Ruben que también ayudaba, apeló sin dudarlo a la pérdida deliberada de tiempo que fue exasperando a sus rivales.
En esos largos minutos en los cuales, es cierto, tuvo que apechugar con dos cambios por lesiones, poco quedaba del juego compacto y dinámico que la "Academia" rosarina había mostrado en el primer tiempo.
El gol que lo dejó afuera de la semifinal de la Libertadores hizo que a varios se les soltara la cadena. Por eso Central terminó con tres jugadores menos.
El juego de Atlético Nacional, por momentos un dechado de técnica y toques en velocidad, fue entonces mucho más que el empuje y la guapeza de Central.
Al equipo "Paisa" le falta muchas veces verticalidad y mayor peso en el área rival, pero está claro que si tuviera todo eso se aseguraría un lugar en el podio de la Conmebol por un buen tiempo.
Por delante quedan ahora dos semifinales bravas, que tendrán el atractivo que deriva de un fútbol duro y competitivo, con Atlético Nacional ante San Pablo y Boca Juniors con el ganador de la llave entre Independiente del Valle de Ecuador y Pumas de México.
Eso será después de la Copa América Centenario, y para ver más partidos buenos e intensos como el que se vio anoche en Medellín será necesario contar con mejores arbitrajes. Para que las fotos de aquellas batallas ardorosas sean sólo un recuerdo. (Télam)
COLOMBIA.- El espectacular triunfo logrado ayer en tiempo adicionado por Atlético Nacional sobre Rosario Central por 3 a 1, y que le permitió avanzar a la semifinal, tuvo la virtud de mostrar un partido intenso hasta el asombro, con el protagonismo de tal vez los dos equipos de mejor juego en la actual edición de la Copa Libertadores de América.
El encuentro también hizo sonar algunas alarmas, al repetir un final como los de aquellas viejas batallas del fútbol sudamericano, con las pulsaciones a diez mil y golpes por todos lados. Y habrá que prestarle atención a esto, en el caso puntual de la localía del equipo de Medellín en el estadio Atanasio Girardot, porque en la anterior definición (victoria 4-2 contra Huracán por los octavos de final) un escandaloso arbitraje del venezolano José Argote perjudicó notoriamente al equipo de Parque Patricios y derivó en incidentes y golpes entre jugadores del "Globo" y algunos de sus rivales, apoyados por personal de seguridad.
Porque la intensidad y energía desbordante que llenó de espíritu futbolero la cálida noche de Medellín no merecían ese final, que estalló tras el gol y el festejo descontrolado de Orlando Berrío sobre el arquero Sebastián Sosa, y que amenazó con una batalla campal. Batallas en el tono de las que aún muestran aquellas fotos agrisadas de la década del '60, cuando la guapeza mal entendida llevaba situaciones que después derivaron en que los clubes europeas eligieran muchas veces no competir con los campeones sudamericanos.
El gol que lo dejó afuera de la semifinal de la Libertadores hizo que a varios se les soltara la cadena. Por eso Central terminó con tres jugadores menos y por eso también Eduardo Coudet mostró su peor cara al "agarrarse" con el volante Alexander Mejía.