Allá por 2014, son las 22 de un caluroso viernes en la ciudad de Merlo, en lo más profundo del oeste bonaerense. En varias casas están esperando al chico del delivery para servirse la cena, de una buena vez. Rodrigo Aliendro, el actual volante derecho titular de Atlético, montado a una moto de baja cilindrada y con pizzas en una caja térmica adherida al vehículo, es el encargado de saciarles el hambre.

Apurado como casi todos los chicos de la pizza, esquiva autos, camiones y peatones para que el queso siga humeando cuando esas familias abran la caja de cartón, con el producto adentro. También está apurado porque a las 8 del día siguiente está programado el entrenamiento de Ituzaingó, su equipo en ese momento. “La C (NdlR: cuarta categoría del fútbol argentino) no te da para vivir de eso. Todos mis compañeros trabajaban de otra cosa. Es más, las prácticas estaban hechas en base a nuestros horarios de trabajo”, recuerda Aliendro. “Yo hacía los repartos y ayudaba en lo que podía”, agrega sobre “El vicio por la pizza”, el local donde también dejó todo.

Es que entre 2013 y 2014, el jugador tuvo que bajar una categoría y probar suerte en Ituzaingó. Él no solo pertenecía a Chacarita sino que se había formado allí.

Fue un pequeño golpe para su autoestima pero del que rápidamente se curaría. Tras la temporada 2013/14 volvió al “Funebrero” y comenzó a erigirse como una de las mayores promesas del club. “Por suerte pude volver y demostrar”, explica. Tanto había demostrado que de pasar a repartir pizzas un viernes por la noche, dos años después terminó jugando en la cancha de Boca, con Atlético y en Primera.

“Fue un sueño para mí. Nunca hubiese imaginado que dos años después de estar en la C, jugaría en La Bombonera”, admite. La lesión de Emanuel Molina les abrió las puertas a él y a Lucas Villalba, el primero en quien confió Juan Manuel Azconzábal. Luego vendría el turno del porteño, ante Rafaela. “Trataremos de reemplazar a Emanuel como se merece”, dice, tal como lo pidió el DT. Por ahora, Aliendro viene entregando ese pedido a tiempo.

Por supuesto, como con la moto, no todo fue fácil desde el comienzo en la cancha, durante su debut como titular. “Al principio me costó pero después me fui soltando y me sentí mejor”, señala. Fanático de los firuletes y las gambetas tal como las hacía peligrosamente en las calles de Merlo, Aliendro no dejará de hacerlos en Primera. Durante sus minutos en acción mostró que le hace caso a su sentido de la estética, y aunque se coma algún reto del “Vasco” intenta imprimirle su esencia al equipo.