A diario, las autoridades sanitarias difunden por los medios de comunicación, las precauciones a observar para librarse de las pestes que, en estos meses estivales, son transmitidas por los mosquitos. Recomendaciones sin duda muy necesarias, dados los graves riesgos que de aquellas dolencias se derivan, asunto que también es objeto de amplia y alarmada publicidad. Pero, según es por todos conocido, no solamente en los recipientes con agua estancada, o en los basurales, o en medio de la chatarra herrumbrada, se cultivan los agentes de estas y de otras enfermedades. Ellos también están presentes y crecen en los pastizales, junto a otras alimañas y roedores. Por eso mismo llama la atención que no se haya operado resueltamente sobre tal aspecto.
Para dar un solo ejemplo, basta apuntar el muy ilustrativo que se aprecia en el corazón del Barrio Norte, a pocos metros del moderno edificio del Poder Legislativo, del Teatro San Martín, de la ex Legislatura y del Casino. Nos referimos a los “jardines” (que de tales tienen actualmente muy poco) que entornan los cuatro frentes del Colegio Nacional.
Allí crece un impresionante yuyal (que se reitera frente al Teatro) demostrativo de que hace mucho tiempo que nadie se ocupa de mantener en razonables condiciones esa vasta superficie, que rodea toda una manzana. Si en ese punto muy significativo, por tantas razones, de nuestro mapa urbano, existen matorrales que crecen en libertad, fácil parece suponer lo que ocurre en otras partes de la ciudad. Nos tomaría gran espacio marcar en detalle esas deplorables expresiones, que operan francamente en contra de la salubridad pública.
Parecería innecesario recordar que, dadas las características del clima y del suelo tucumanos, en los meses estivales el pasto crece a gran velocidad; y hasta cualquier altura, si no se procede a mantenerlo a raya con cortes muy frecuentes. Dado que todo esto es muy sabido, resulta curioso que el organismo municipal no se haya preocupado, hasta el momento, por encarar una amplia y sostenida tarea de eliminación de pastizales.
Sin duda, las razones sanitarias representan una prioridad en este caso y, por sí solas, justifican plenamente la acción que propiciamos. Pero, aún si no existiera la referida emergencia, de todas maneras el corte de los yuyales debiera ejecutarse y con estrecha periodicidad. Esto porque una de las características de una ciudad desaliñada y poco higiénica constituye, precisamente, en la falta de cuidado de ese aspecto.
Bien sabemos que, por desgracia, la limpieza dista de ser una nota saliente de San Miguel de Tucumán. Convendría que alguna vez abandonáramos el triste papel de ser una de las capitales más descuidadas de la República, en cuanto al aspecto de nuestra vía pública, tanto en el centro como en la periferia. Y no es sobreabundante agregar que ese desaseo es revelador, también, de un triste costado de las costumbres de sus habitantes. En efecto, pueden verse muchas viviendas de nuestra capital, en cuyas veredas crece hasta cualquier altura el pasto, sin que al propietario pareciera ocurrírsele cortarlo por su propia decisión, en lugar de aguardar a que la Comuna venga a ejecutar ese trabajo. Convendría, en suma, que en las recomendaciones sanitarias se incluya el corte de pastizales, y que tanto la autoridad como el vecindario se preocupen por atender ese punto.