Juan Pablo II explicó la natural dificultad que supone el ejercicio de la caridad. Como señala San Pablo en la segunda lectura de hoy, el amor es lo más perfecto y lo que sintetiza al hombre. El Papa advierte que la cultura moderna erradicó el amor. Se pregunta: “¿Acaso no constituyen ya los tiempos en que vivimos una lección peligrosa de lo que puede llegar a ser la sociedad y la humanidad, cuando la verdad evangélica sobre el amor se la considera superada? ¿Cuando se la margina del modo de ver el mundo y la vida, de la ideología? ¿Cuando se la excluye de la educación, de los medios, de la cultura, de la política?”
Los tiempos en que vivimos, ¿no se han convertido ya en una lección de lo que prepara ese programa social… que tiene como meta erradicar el amor y basar el progreso sobre el odio y el conflicto? Y esta lección, ¿no podrá resultar más amenazadora con el paso del tiempo? A este propósito, ¿no son ya bastante elocuentes los actos de terrorismo que se repiten, y la creciente tensión bélica del mundo? La humanidad vive “entre” el amor y el odio. Si no acepta el amor, el odio accederá fácil a su corazón.
El amor es exigente. Es atrayente, pero también es difícil. Por eso halla resistencia en el hombre. Y esta resistencia aumenta cuando desde fuera actúan también programas en los que están presentes el odio y la violencia. Cristo, cuya misión mesiánica encuentra desde el primer momento la contradicción de los propios paisanos en Nazaret, reafirma la veracidad de las palabras que pronunció sobre Él el anciano Simeón el día de la Presentación en el templo: “Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para signo de contradicción” (Lc. 2,34).
Esta verdad sobre Cristo es también la verdad sobre el amor. También el amor encuentra la resistencia, la contradicción. Pero esto no debe desalentarnos. El verdadero amor -como enseña San Pablo- todo lo “excusa” y “todo lo tolera”.