NUEVA YORK.- La cerámica hecha a mano, en lotes reducidos, está por todas partes. Se ve en boutiques vanguardistas, como Primary Essentials en Brooklyn y Still House en Manhattan, arreglada ingeniosamente en vidrieras y estantes, como si fuera un tótem de buen gusto.

Se la puede detectar en las páginas estilizadas de Kinfolk, Apartamento y otras revistas de culto, a menudo emparejada con tablas para picar de formas orgánicas y suculentas en macetas bañadas por el sol. Vogue dedicó dos páginas del número de septiembre a una nueva ola de ceramistas independientes.

Y entre ciertos milénicos creativos, la cerámica ha remplazado a la joyería y los muebles hechos de madera recuperada como la artesanía “du jour”, con acceso a hornos preferidos, como un símbolo de estatus para presumirlos en Pinterest e Instagram.

“Hay belleza en la imperfección y en tener artículos que realmente están hechos a mano”, dijo el diseñador de modas Steven Alan, quien llena sus boutiques con cerámica textural estadounidense y japonesa en colores neutros.

Mientras que los terrarios, las lámparas de bombillas Edison y las bicicletas de piñón fijo tuvieron sus momentos en la demarcación de lo genial, la cerámica hecha a mano en lotes reducidos es, repentinamente, el accesorio del momento.

Como esas tendencias previas representaron un contrapeso táctil y práctico a nuestro mundo acelerado y centrado en la tecnología, el rechazo a la uniformidad en las vajillas y los jarrones producidos en fábricas refleja un deseo de retornar a algo más esencial.

Queremos saber de dónde salen nuestros huevos de granja y dónde cultivan y tuestan los granos de nuestro café. También queremos que los recipientes que usamos para consumir esas cosas personifiquen una historia más profunda sobre las artesanías y la creatividad.

“La gente está buscando que se les regrese el reflejo de su humanidad”, dijo el ceramista veterano David Reid, un cofundador de KleinReid, una empresa de cerámica en Nueva York. “La gente está retornando de lo impecable, del acero inoxidable -dijo-, a algo más cálido”.

Trabajo manual

Para la diseñadora de interiores Kelly Wearstler, quien hace poco se unió al ceramista Ben Medansky en una línea de servicios de mesa ornamentados con cubos dorados, la cerámica infunde un sentido de propósito a una habitación. “Algo hecho por la mano es tan especial, inherentemente añade espíritu y dimensión dentro de un espacio”, dijo ella.

Robert Sullivan, el editor colaborador en Vogue que escribió el artículo sobre cerámica de la revista, dijo que ahora es popular la cerámica porque está entre las cosas más literales y, obviamente, hechas a mano. “Es un antídoto contra todo lo electrónico”, añadió.

Julie Carlson, la editora en jefe del sitio web sobre diseño Remodelista, ha hecho la crónica del ascenso. “Está entrelazado con el movimiento de la granja a la mesa”, comentó. “Es este deseo de conocer el origen de lo que está en tu cocina”. “Es difícil llevar el registro de ellos -agregó sobre los nuevos ceramistas-. Al principio, parecía que solo eran pocos, pero ahora hay más de los que podemos cubrir y más de los que podemos invitar a nuestros mercados”.

Quizá en ninguna parte esto sea más notable que en Brooklyn y Queens, donde no hay escasez de improvisados talleres de cerámica, clases para usar arcilla y boutiques que parecen la página de inicio de Etsy.

Natalie Weinberger, de 29 años, dio el salto del mundo sin fines de lucro a ser ceramista de tiempo completo hace un año, y comparte un taller con otros ceramistas advenedizos en un sótano, en Williamsburg, Brooklyn.

“En este momento es una locura la demanda para aprender cerámica, y es difícil hacerse de espacio para talleres”, dijo Weinberger, quien hace recipientes con asombrosas formas esculturales, a menudo con arcilla texturada, salpicada con arena volcánica negra.

La plataforma de lanzamiento de muchos alfareros ha sido Choplet, un taller y espacio de enseñanza que en 2005 abrió Nadeige Choplet, nacida en Francia, con su esposo John Lego, en Williamsburg. “Cuando empecé, tenía cuatro tornos y solo daba dos o tres clases a la semana”, dijo Choplet. Sin embargo, creció el espacio hasta ser un animado centro para trabajar el barro con más de 30 tornos junto con un taller separado, llamado Williamsburg Ceramic Center.

A pesar de todo el espacio extra y la ampliación del horario -comentó ella-, tienen listas de espera, todas las veces, hasta para las clases nocturnas.

La capacitación

La demanda de clases de cerámica también se extiende a la educación superior, como la Escuela de Diseño de Rhode Island, donde la cantidad de estudiantes de licenciatura que cursaban la especialidad en cerámica saltó cerca de 50% este año.

Además, Hemos tenido una gran afluencia de estudiantes de otros departamentos que quieren tomar cerámica, especialmente de arquitectura, diseño industrial y mueblería”, precisó Katy Schimert, profesora adjunta y jefa del departamento de cerámica. “Hay largas listas de espera para todas nuestras clases que no son de especialidad”, añadió.

Existe creciente evidencia de que la cerámica está yendo más allá de un pasatiempo para convertirse en una carrera creativa en ciernes, en forma parecida al chocolate artesanal.

“Tengo muchas personas que resulta que empiezan una pequeña cuenta en Etsy y luego consiguieron pedidos de mayoreo -comentó Choplet-. Consiguen su propio espacio y renuncian al empleo. Ha pasado mucho”.

Una de las historias de éxito es Forrest Lewinger, de 31 años, cuyo estudio, el Workaday Handmade, produce tazas de estuco esmaltado, boles terrosos con diseños geométricos tallados a mano, y floreros color marfil salpicados con motas azules.

Su carrera comenzó con una caseta pequeña que compartió en la feria Williamsburg Renegade Craft en 2012, y que floreció en una serie de pedidos al mayoreo. Pronto lo llamaron Barneys New York y Antrhopologie. Ahora, él tiene dos empleados de medio tiempo en un taller que comparte en Queens. “Se llegó al punto en el que yo tengo que tener a alguien más aquí que me ayude, solo para seguir el ritmo”, comentó Lewinger.

El gigante del movimiento de la nueva cerámica es Heath Ceramics en Sausalito, California, que, para el mundo del barro es lo que Stumptown es para el café o Brooklyn Brewery es para la cerveza artesanal. En el 2003, el matrimonio de diseñadores Robin Petravic y Catherine Bailey compró y reinició la compañía, fundada en 1948 para producir artículos modernos.

La pareja editó las colecciones de vajillas, objetos decorativos y mosaicos, e introdujo piezas nuevas y colaboraciones de artistas mientras mantenía el centro de la atención en la producción hecha a mano.

En el camino, transformaron a Heath de una compañía nicho, que sacaba alrededor de un millón de dólares en ventas en el 2003, a una tienda conocida mundialmente con 200 empleados que venden cerca de 20 millones de dólares en productos al año. Este octubre, recibió un premio National Design del museo Cooper Hewitt, Smithsonian Design. Sin embargo, como muchos alfareros que están surgiendo, la pareja dice que una de las razones originales por las que les atrajo la cerámica es que les permite supervisar el proceso del diseño de principio a fin.

“Lo bueno de la arcilla es que puedes hacer todo y no se requieren demasiados recursos para trabajarla -dijo Petravic-. No puedes comprar una fundición para hacer cosas de metal. Pero arcilla, un torno o un molde y un horno es bastante sencillo”.

Y como cualquiera que hizo un cenicero chueco de cerámica cuando era niño puede decir, hay cierta emoción al ver la arcilla maleable que se convierte en un producto funcional y vitrificado, formado con las propias manos.

La diferencia esta vez es que el probable usuario final no es la tía que fuma un cigarrillo tras otro. Es el tipo que prepara el café, el chef que consigue ingredientes y el bloguero sobre diseños que vive en la casa de al lado.