¿Vergüenza? ¿Qué es eso? ¡Los niños no tienen vergüenza! Y ellos son niños, de más de 40 años, está bien, pero niños al fin. O mejor dicho, nerds: “personas gustan de realizar actividades relacionadas con el comic y el cine”, según la universalísima Wikipedia. Y están igual de entusiasmados que los chicos en los días previos a su fiesta cumpleaños. El jueves se estrena Episodio VII - El Despertar de la Fuerza, la última entrega de Star Wars y estos tres fanáticos del buque insignia de Lucasfilms ya están limpiando los muñecos que coleccionan, volviendo a leer libros y dándoles las últimas puntadas a los trajes que piensan vestir el día del entreno en el cine. Con esos trajes, además, planean juntarse a comer un asado el jueves antes de la función. ¿Que están locos? Sí, ellos no tienen dudas -ni mucho menos sus esposas-, pero su felicidad en esta semana de cuenta regresiva es única.

Desde que George Lucas, creador y dueño de Star Wars, vendió su obra a Disney por más de 3.000 millones de euros, en 2012, los fanáticos esperan este momento. “Cuando lo vendieron a Disney, una de las cosas positivas fue que era evidente que iban a lanzar otra película. Es una felicidad muy grande”, dice Ariel Castillo. Tiene 43 años, abandonó sus estudios de Arquitectura y ahora maneja un transporte de chicos especiales. “Especiales como nosotros”, reconoce, y desata las carcajadas de Frido Núñez (33) y Diego Robles (43).

Los amontonó el viento del fanatismo por la película estrenada en 1977 (con el Episodio VI: Una nueva esperanza). LA GACETA los reunió en la casa de Ariel, todo un museo de Star Wars en una casa de Lomas de Tafí.

Frido tiene un hijo de tres años y medio que ya toma mate vestido de Darth Vader, el héroe y villano oscuro y de respiración de ultratumba.

El padre se encoge de hombros cuando sus amigos lo acusan de volverlo loco también a su hijo. “Lo más chistoso es cuando mi mujer lo reta, él le responde haciéndole la fuerza con las manos. Y ella, enojadísima, le recrimina: ‘¡no me hagás la fuerza, changuito!’”. Frido lo cuenta divertido, y con un orgullo que no le sale ocultar.

Protección...

En esa casa-museo desfilan al menos dos veces al mes los fanáticos tucumanos de Star Wars, coleccionistas de muñecos, figuras, libros, imágenes, cómics, trajes, esculturas e información de la saga. Es mejor no revelar la cantidad de objetos -y de dinero- que guardan esas repisas por una cuestión de protección... respecto de sus mujeres. Ellas nunca terminan de saber de dónde salen tantas cosas ni cuánto cuestan. En esa casa también se prueban trajes, cooperan con el armado de un robot R2-D2 en escala real y comparten anécdotas. “Una vez -relata Frido, empleado de una cadena nacional de librerías- con mi mujer necesitábamos plata para comprar un aire acondicionado. Le dije que iba a vender uno de los muñecos de mi colección y ella me dijo: ‘pero te van a dar dos mangos por eso’. Yo me quedé callado. Unos días después aparece un amigo para darle la plata a ella. Recién ahí se enteró de lo que cuestan algunas cosas, sobre todo en Argentina”.

“Todos los días nos damos tiempo para Star Wars. Aunque sea limpiar los muñecos y contemplarlos”, confiesa Diego, dedicado a la venta de autos en una concesionaria. Entonces Ariel muestra una brocha de maquillaje de su mujer, la herramienta que todo fanático de Star Wars esconde entre los muñecos para limpiarlos. Y cuando todo está limpio y perfectamente ordenado, además del placer de mirar, quieren más. “Creo que ninguna otra saga produjo tanto merchandising como esta, y es quizás una de las razones por las cuales despierta tanto fanatismo. Muchos conocimos este mundo a través del merchandising -admite- y ya no nos pudimos salir”.

1-  Diego Robles 
(43 años) tiene tres hijos y trabaja en una concesionaria de autos. La primera película que vio fue “Episodio VI: El retorno del jedi”, en 1983. “Me llevó mi mamá al estreno, en el Cine Plaza, donde ahora es el teatro Mercedes Sosa. Nunca más pude parar”, cuenta. Su personaje elegido es Boba Fett, un cazarrecompensas que aparece en los Episodios II, IV, V y VI. De él están construyendo una máscara y un traje a escala real.

2- Ariel Castillo 
tiene 43 años y un hijo de cinco, que hace dos meses vio la primera pelicula de la saga. “Se enganchó primero por los videojuegos, jugaba al Angry Birds Star Wars, y ahora se enganchó”, cuenta. Ariel vio por primera vez una película de la saga en los años 80, y su fanatismo se terminó de consolidar a través del coleccionismo. Le cuesta definir un personaje favorito, y sólo puede hacerlo ante la presión: ¿a cuál te llevarías a la tumba? A Darth Vader, contesta.
 
3- Frido Núñez 
(33) es un caso particular entre los fanáticos. Colecciona tanto objetos de Star Wars como de Star Trek. “Es como ser de Boca y de River”, dicen sus colegas, pero él responde que es de Huracán. Igualmente, la creación de George Lucas lo ha atrapado más que la de Gene Roddenberry. Su fetiche: colecciona muñecos de 30 centímetros, porque puede apreciar mejor los detalles. Su personaje favorito: Stormtroopers (Soldados Imperiales).

Sus piezas más valiosas:

Darth Vader
Esta alcancía es la joya más rara del tesoro de Ariel, aunque no necesariamente la más cara (ni la que más le haya costado conseguir). En su base tiene una ranura para depositar monedas, con lo que empieza a moverse y a emitir luces y sonidos. “Me vino del cielo. Un nene fue al negocio de cómics que yo tenía porque se lo habían regalado y no le gustaba y se lo cambié”.

Kylo Ren
Antes incluso de que se haya estrenado el último episodio, ya salieron a la venta muñecos con los personajes reversionados por Disney. Este fue traído de Panamá por la mamá de Ariel.

Princesa Leia
La Princesa Leia encadenada ha sido una imagen del erotismo para Ariel.

R2-D2
Ariel y sus compañeros están trabajando en un robot R2-D2 en escala real, para el que usaron plásticos, piezas de fundición de aluminio, caños flexibles de plomería y una pieza de lavarropas, entre otros cachivaches.