Son sinónimo de aire puro, de amistad, de encuentros románticos, de esparcimiento, de reposo, de juegos de la niñez o de la adolescencia, de pistas para correr, realizar caminatas saludables o hacer gimnasia y hasta para bailar. Son sinónimo de vitalidad, de alegría, de diversión. Y son imprescindibles. En cualquier ciudad o pueblo.
Las plazas públicas -de ellas se trata- merecen estar entre las cosas de mayor consideración de la ciudadanía. Lamentablemente, en San Miguel de Tucumán, mientras algunos vecinos las reclaman, las cuidan, las defienden, otros las destrozan, las desgarran de a pedazos, las ofenden. Los blancos preferidos por el vandalismo son las luminarias y los juegos infantiles. Pero esto no es lo único que rompen empeñosamente aquellos que ignoran los principios más básicos de la convivencia. Las caminerías hechas para circular a pie deben soportar el tránsito de bicicletas y hasta de motos; los juegos especiales para chicos discapacitados, que son amplios para que puedan caber las sillas de ruedas, son forzados por cuatro o cinco adolescentes que se trepan en conjunto; se juega al fútbol disparando pelotazos que terminan por romper cestos de basura u otros equipamientos. En fin, los ejemplos son muchos. El resultado uno solo: los niños no pueden disfrutar de los juegos instalados para ellos y los adultos no cuentan con la posibilidad de un espacio para la distensión y el reposo. LA GACETA ha reflejado esta situación en reiteradas oportunidades, tanto en notas periodísticas, como en cartas de lectores o mensajes de estos por vía de Whatsapp. Sin embargo, no se ve todavía una respuesta pertinente que acerque soluciones. Las autoridades municipales se limitan a la queja. A destacar lo mucho que se ha invertido en estos paseos públicos (a modo de ejemplo, un conjunto de juegos infantiles cuesta alrededor de $ 250.000) sin preocuparse en disimular la frustración. Es deseable que la nueva administración municipal cumpla con el proyecto anunciado respecto de la recuperación de la antigua figura del placero. Los vecinos de San Miguel de Tucumán vienen pidiendo desde hace años que se vuelva a contar con una persona que se dedique sólo a cuidar las plazas, como hace décadas.
Sería fundamental contar, como contrapartida, con el respeto de los vecinos hacia el placero, a fin de que este tenga la autoridad necesaria para frenar los hechos vandálicos. La gente también viene señalando la necesidad de que haya barrenderos para limpiar las plazas y de que se disponga de una cuadrilla municipal que haga el debido mantenimiento de los paseos. Especialistas en temas de urbanismo advirtieron, en un libro editado por el arquitecto Raúl Di Lullo, que la ciudad carece de un conjunto de normas que se refieran, específicamente, a lo que es la convivencia urbana y a cómo se gestionan los espacios públicos de una ciudad. Ellos afirman que en este vacío legal -pese a las ordenanzas existentes que de diferente manera aluden a los espacios públicos- es la causa de tantas conductas desaprensivas hacia aquellos lugares destinados al uso de todos. El secretario de Servicios Públicos municipal, Carlos Arnedo, afirmó que este tema está en la agenda del nuevo gobierno. Ratificó que se volverá a los placeros y que además, se creará la Policía Municipal que, entre otras responsabilidades, deberá combatir el vandalismo. También que se abrirá una agencia ecológica con el fin de erradicar basurales, lo que comprendería el cuidado de la limpieza de los espacios públicos. Sin embargo, como señalan los urbanistas, si no crece, en las autoridades y en los ciudadanos, la conciencia de que la ciudad es como una gran casa en la que todos debemos convivir, y que para ello es fundamental respetar ciertas normas y observar determinadas conductas para no agredir con nuestras acciones a nuestros vecinos, las plazas y el disfrute de estas seguirán siendo sólo un deseo insatisfecho.