16.16
Chinchón en el tren chino
Todos a bordo. El tren, el tren 0 km importado de China, partió de la estación Mitre con puntualidad británica. Hay caras de felicidad, flashes, sonrisas y comentarios sobre las comodidades de los coches. Esa alegría se replica afuera: cuando el tren atraviesa la pobreza más descarnada de la ciudad, desde las casas de madera y chapa a la orilla de las vías devuelven saludos y sonrisas. Dentro del tren el movimiento es incesante, como si los pasajeros quisieran probar todas y cada una de las novedades. Pero ya habrá tiempo para eso: quedan 26 horas de viaje por delante. O por detrás, porque la mitad de los pasajero viajan de espaldas al camino.
Mientras uno de los tripulantes da indicaciones de viaje, el termómetro marca 23°C de temperatura interior contra 30°C externos. Una tormenta de pedradas impactan contra los vidrios blindados. “Parte del folclore”, lamenta el guarda. “Cuando lleguemos a Rosario va a ser peor”.
A Graciela y a Lautaro, abuela y nieto, no le importan las pedradas: están tomando mate y jugando al chinchón con los naipes.
17.16
Las chicas conversan
Silvia di Donato (48 años) acaba de hacerse de una nueva amiga, Pilar Parejas (60). Se instalaron en el coche comedor, que abrió sus puertas hace unos instantes. Serán las primeras en pedir un café en el viaje Tucumán-Retiro, el primero de este tren último modelo. También serán las primeras en saber que en el comedor no se puede tomar mate. Silvia cuenta que es de Buenos Aires, pero vive en Tucumán. Al viaje en tren se lo conoce de memoria: es trabajadora social “de oficio” y viaja seguido para hacer trámites en la capital Argentina. “Creo que la mayoría elegimos el tren por una cuestión de economía. Cuesta $ 70 contra $ 1.300 del micro”, dice. Está fascinada con los trenes nuevos. “No hay nada de tierra, no se escucha un ruido de las vías y casi no se mueve”. Enseguida la charla cambia de carril: desde la necesidad de cuidar los trenes pasan a la necesidad de darle tiempo y apoyar al nuevo presidente electo. Pilar, que vive en Termas del Río Hondo, tiene una idea: “debería haber un coche exclusivo para mamás con chicos. ¡Los pibes ya están enloquecidos!”. Y faltan 25 horas...
18.16
Paisajes
Los ánimos exaltados de las primeras horas han decantado. Los pasajeros parecen extraviados en las ventanillas, en esos rayos de sol que tajean las nubes en busca de un campo sembrado. En la olvidada estación de Tacanas, el último pueblo antes de cruzar a Santiago del Estero. En las estaciones de El Charco, Gramilla y Chaupi Pozo, que pelean por sobrevivir. El tren se convierte en nostalgia, en pasado que ha encontrado lugar en el presente y en guía calificado de la inmensidad argentina, porque ninguna ruta permite conocer las vísceras de los pueblos como lo hacen los caminos de hierro.
El sol del oeste le regala una cálida luz de lectura a Guillermo y a Rosa María, una pareja de jubilados que lee en su camarote. Es una escena de película, pero no quieren fotos, aclaran. Ellos comenzaron a viajar en tren ya de grandes, hace cinco años, porque sienten que las rutas son peligrosas y porque les resulta más cómodo, a pesar de la demora. Viajan todos los años a la Costa a pasar las vacaciones, siempre en camarote, y están sorprendidos con los coches nuevos. “Espero que lo cuidemos”, dice la señora. “El problema es que no hemos aprendido a cuidar las cosas públicas entendiendo que son nuestras, para nosotros. Yo no creo que la gente en sus casas pegue los portazos que pega acá... no sé”.
19.16
Primera estación
El sol comienza a esconderse detrás del monte santiagueño. Acaricia los párpados. Las vías cantan su canción de cuna, pero hay quienes combaten el sueño con la música que escupen los celulares. “Ya estamos en La Banda. ¡A la pucha!”, se sorprende Clarisa Perez cuando el guarda anuncia la parada en la ciudad santiagueña. “Viajé mucho más cómoda y más rápido”, festeja la anciana.
“Queso, quesillo, queso”, se escucha desde atrás del alambrado de la estación. Primera parada: 15 minutos para estirar las piernas y salir a fumar.
20.16
Fantasmas
Ya no hay nada de luz afuera. Es momento de que aparezcan los fantasmas. “No. En estos coches todavía no hay fantasmas, pero en los viejos sí había”, cuenta uno de los mecánicos (su nombre no puede publicarse por disposiciones de la empresa). “A mí me pasó. Estaba en el furgón y sentía que me llamaban. Pensaba que era un compañero, pero no, estaba en otro lado. Después, charlando, nos dimos con que a todos nos había pasado algo así. No. Acá todavía no hay fantasmas. Pero ya va a haber. Eso sí: van a ser chinos”.
21.16
Aire enrarecido
Es hora de comer. Hay un menú para comer en el coche comedor, pebetes de jamón y queso y sánguches de milanesa. En los vagones de primera clase desenfundan táperes con arroz con pollo, milanesas, fiambres y pan. El aire se enrarece.
22.16
Abuela aguerrida
Los chicos ya están inquietos, en ese estado inconfundible que se apodera de ellos antes de dormirse. Corretean, lloran, gritan. Ruedan Minions por el pasillo. Los ánimos comienzan a exasperarse y los guardas intentan calmar el desmadre, pidiéndoles a las madres algo de control. “¿Que tiene miedo que le rompamos el tren o qué?”, grita una abuela aguerrida.
23.16
Hora de dormir
La parada en Colonia Dora, hace algunos minutos, sirvió para barajar y dar de nuevo. Ha vuelto la calma al tren. En un rato más van a apagar las luces y no habrá más opción que dormir. Los guardas vuelven a barrer los coches y el maquinista se anima a acelerar un poco más. Se apagaron las luces. Es hora de dormir.
6.16
Un tucumano en la estación
Estamos a punto de llegar a Rafaela. A pesar de la luz que entra en los vagones, buena parte del pasaje sigue durmiendo como si una nodriza lo meciera. Parada de menos de cinco minutos en la ciudad santafesina. Detrás del alambrado que cerca la estación, en el jardín de una casa ferroviaria, Gustavo Aguirre convida mates a los pasajeros que se acercan y a la tripulación. “Yo soy tucumano”, se presenta. “Vine a vivir acá en el ‘88, a trabajar en el ferrocarril. Después me quedé sin trabajo y ahora conseguí uno en la Provincia. Y ya me quedé”, cuenta, que además de mates cebados le regala una flor a una de las pasajeras. “Siempre que pasamos está él ahí, a esa hora sale a tomar mate”, cuenta uno de los guardas. Parece que Gustavo extraña sus años ferroviarios.
7.16
El tren se despereza
No hay televisores, pero hay ventanas. Un campo de girasoles regados por el sol es el primer regalo de la mañana. Los bebés se prenden de los pechos de sus mamás, otros comienzan a llorar. El tren se despereza a 12 horas de llegar a Retiro.
8.16
Encuentros
Es el segundo café que toma el hombre que anoche invitó a cenar a Cynthia Gimenez, una tucumana de 28 años que, como su nuevo amigo, viaja sola. “No me gusta comer cuando viajo, pero parece que el señor quería compañía, así que acepté. Ahora lo invité yo a comer un asado en mi casa cuando viaje a Tucumán. Eso es el tren: encuentros, conocer gente nueva, charlar, fraternizar, solidarizarse. Yo me hice de una abuela postiza en un viaje a Buenos Aires, en 2011. Es de Concepción y la voy a visitar cada vez que puedo”, relata Cynthia, con su sonrisa permanente. A pesar de su edad, tiene más de 20 viajes en tren y ya es amiga de todos los guardas. La mayoría de sus viajes, al igual que este, fueron para seguir a la banda stone La 25. Con el segundo café, el hombre que la invita le recita frases de Perón.
9.16
El primer daño
Dos guardas intentan borrar con lavandina la primera herida en un asiento. En el primer viaje del tren 0 km (Retiro-Tucumán) alguien “firmó” el asiento con lapicera. Es imposible, la tinta no se va. Tienen caras de preocupados, pero también de decepción. “En increíble. Mirá lo que es este tren y en el que viajaban antes. Esto es de todos. A nosotros nos pueden hacer un informe por esto, porque nos insistieron mucho con que tenemos que controlar estas cosas. Pero hay cosas muy difíciles de controlar, es mucha gente...”, se lamenta. Intenta limpiar con dentífrico, y tampoco hay caso. Una chica que se depila las cejas con un pinza tiene la solución: quitaesmalte de uñas. Desapareció la leyenda. “Nosotros estamos contentos, trabajamos más cómodos en estos coches, pero también tenemos más presión, porque en los coches viejos no había mucho para cuidar...”
10.16
El tren es para todos
Esther Paz (68 años) está feliz, pero también está enojada. La mujer, que está viajando desde Santiago del Estero hacia Santa Fe (vive en Firmat) dice que el nuevo tren es un lujo, pero ha visto cosas que le han hecho levantar temperatura. “Estaba en el comedor y viene una chica, una mochilera, se saca las sandalias y apoya los pies sobre el asiento. ¿Qué es eso? Es un comedor. Los camareros se lo tuvieron que decir, y encima se enoja. ¿Qué hay que hacer, poner multas? Y sí, puede ser…”, se pregunta y se responde, indignada. “Me da miedo que volvamos a cometer el mismo error que en el pasado y que nos quedemos sin trenes. Tenemos que pelear para sostener esto, porque el tren es de todos, de los que tienen y de los que no tienen. El tren es como un hospital”.
11.16
La novia del tren
“Amo el tren”, confiesa una tucumana que se acerca a los 30 años. Prefiere no decir su nombre, porque va a hacer una confesión: cuando viaja en tren le echa leña a una relación que tiene con uno de los empleados. “Nos conocimos hace varios años, nos mirábamos, había onda y bueno… pasaron cosas. También nos vemos cuando se queda a hacer noche los martes en Tucumán, esperando la salida del próximo tren. Es mi novio del tren y de los martes”. Está contenta. Anoche se volvieron a ver.
12.16
Cambio de máquina
El tren acaba de cambiar la posición de la máquina en la estación de Rosario. A partir de ahora, los que sentían que iban hacia atrás, ahora irán hacia adelante. El nuevo tren no tiene la opción de dar vuelta los asientos, como la tenían las viejas formaciones de los 70. “Bueno, por fin”, dice la abuela aguerrida que anoche peleó con el guarda por los chicos. “Ahora que no falta nada para llegar recién cambian. Anoche me enojé porque lo cuidan al tren como si fuera la gran cosa. Es estrecho. Claro… como los chinos son todos chiquitos...”
13.16
Siempre volver al tren
Uno de los mecánicos se anima a conversar con LA GACETA, pero sin dar su nombre para que los ánimos no se caldeen en la Sociedad Operadora Ferroviaria (Sofse) la empresa estatal que desde octubre de 2014 explota los trenes de pasajeros. “Esto te tiene que gustar. Acá la mayoría somos de familia ferroviaria. Mi papá y mi abuelo eran ferroviarios. Yo no quería saber nada, pero al final me metí, después me fui y después volví. Ahora cobramos bien, pero igual, te tiene que gustar. Y más si sos mecánico, porque si pasa algo, como un descarrilamiento, te podés clavar hasta tres días hasta que lo solucionás. Durante los 90 hice muchos trabajos, pero siempre que me preguntaban, contestaba lo mismo: al único trabajo que volvería siempre es al tren”. Se despide. Es hora de almorzar.
14.16
El tren levita
Desde Rosario hasta Buenos Aires, las vías están nuevas. Los durmientes de quebracho fueron reemplazados por otros de hormigón premoldeado. El maquinista puede acelerar un poco más. El tren parece levitar: no hay ruidos ni movimientos. Es hora de dormir una siesta.
16.16
Promesa
Hace unos minutos el tren pasó por Campana. Afuera llueve, entonces vuelve la nostalgia a las ventanillas. Dan ganas de mirar. Y también de llegar. Los guardas anuncian que el tren llegará a horario, después de 27 horas de viaje.
17.16
Vagones vacíos
Se cerró el comedor. Se quedaron sin provisiones y el destino está cerca, así que hay que hacer números. En primera clase se siente la impaciencia, pero el resto del tren parece desolado. En pullman viajaron dos vagones vacíos y uno con seis pasajeros. La estación de Escobar es un anuncio de que sí, el tren va a llegar a tiempo. Después de una maniobra para que pase otra formación por las vías, el tren sigue su camino a Retiro.
18.16
Todo impecable
“La gente humilde se merecía algo así. En los otros trenes te llenabas de tierra y hacía calor. Los baños no daban para más. Eran un infierno. De hecho, no me hizo falta el desinfectante en aerosol, que me lo olvidé. Está todo impecable. Una sugerencia: deberían vender diarios y revistas, porque el viaje es largo y dan ganas de leer”, sentencia Sandra Jiménez. Ella elige el tren por economía, pero ahora lo hará además por gusto. “Vale la pena. Realmente vale la pena”, dice.
19.16
En horario
Hace un minuto llegamos a Retiro. hubo agradecimientos a la tripulación. El primer viaje desde Tucumán en el tren 0 km fue perfecto. En Retiro espera personal de la estación para verificar que todo haya salido bien y controlar los horarios. Una pregunta que rodó durante las 27 horas de viaje encontraba su camino: ¿por qué esos horarios de los trenes? ¿Por qué sale a las 16.16 y no redondear a las 16.15? El encargado de la playa se entusiasma: “porque cada minuto cuenta en las vías. Un minuto es en promedio 500 metros de recorrido, y cuando hay que coordinar muchas líneas, cada minuto cuenta. En la época de los ingleses había un guarda con un reloj para controlar la exactitud del itinerario”, responde. Ahora los trenes son chinos, pero la cultura ferroviaria sigue siendo una herencia británica.