Cuentan quienes lo rodean que Mauricio Macri cambió, rotundamente, desde que la conoció, hace alrededor de seis años. Y, a juzgar por las apariencias públicas, Juliana Awada adquirió un rol preponderante en la campaña proselitista del presidente electo.

Según describió el periodista Marcelo Larraquy en “Clarín”, Awada y Macri se conocían del barrio. Durante casi una década, y hasta la noche de la separación con el conde belga Bruno Laurent Barbier, Juliana vivió en una residencia de la calle Ombú, al lado de la de la primera esposa de Macri, Yvonne Bordeu y madre de los tres hijos, y casi enfrente de la de su padre, Franco Macri, en Barrio Parque. Además, en todos esos años se cruzaron en los green de distintos clubes de golf -su hermano Daniel jugaba con Macri-, en los veranos de Punta del Este, pero fue en el Ocampo Wellness Club donde Awada y Macri iniciaron la relación. “No es que yo lo vi a Mauricio y me enamoré la primera vez. Pero cuando empecé a salir, inmediatamente sentí que era el amor de mi vida”, había explicado Awada en un reportaje.

“Tuvo una infancia y una adolescencia formadas con las costumbres de una clase media acomodada; sueños diseñados entre colores combinados, cortes, telas y modelos. Una educación bilingüe en un colegio inglés de Belgrano que ya no existe, el Chester College; un poco de hockey, pero mucho más de golf en el club San Andrés. Y después los viajes, Nueva York, París, los desfiles pret-a-porter, las tardes en las galerías de arte, algún curso de cocina, un viaje de estudios a Inglaterra, después del secundario, para estudiar Diseño y un matrimonio prematuro con Gustavo Capello, a los 23. Así fueron pasando los años”, relata Larraquy.

Su mundo estuvo guiado por la empresa familiar que sus padres crearon en los años ‘60. Los roles en la familia se fueron dividiendo. “Mauricio tiene una figura importante en su papá, y yo en mi mamá”, comentó Juliana en un reportaje a “La Nación”.

Con sus casi 80 años, Elsa Esther Baker de Awada, también conocida como Madame Awada en el mundo fashion, es la nave insignia de la empresa que conduce junto a su hija mayor, Zoraida, a cargo de la comercialización, y Juliana, que traslada ideas de diseño y le dio una imagen más juvenil a la marca, que estaba demasiado estancada en el target ejecutivas de 35 años en adelante. Su otro hermano es Daniel, dueño de “Cheeky” y “Cómo quieres ...”, ya separado de la empresa familiar. Y de los otros dos hermanos Awada, Leila es artista plástica, y Alejandro, el reconocido actor.

Desde hace seis años, cuando comenzó el romance entre el presidente electo y Awada, Macri la llama “mi negrita hechicera”, y no es por nada. Fue una de las grandes responsables del cambio de estilo que él mostró en los últimos años. “Junto a Awada, el ex presidente de Boca Juniors se afeitó el bigote, se acercó a la familia y a la meditación. Dice que ella adivina sus tensiones y su mal humor, y lo desarma en el acto”, añade el texto.

El estilo de la futura primera dama es siempre sobrio y descontracturado, y no tiene problema en alternar trajes y vestidos de su propia marca con modelos de Tramando, Ménage a Trois y otros diseñadores argentinos, como la ex mujer del padre de Mauricio, Evangelina Bomparola.

Tampoco se priva de vestir prendas de los grandes modistos internacionales como Valentino, Céline, o zapatos de Manolo Blahnick. Pero los puede intercalar con jeans desgastados y ponchos, incluso alguna camisa de la marca de bajo costo, H&M.

Para completar el look, siempre lleva el cabello largo, suelto o recogido en una cola. Le peina desde siempre Carmen, de la cadena Cerini de peluquerías, según informó el matutino porteño. Hace una semana, tras el debate entre Macri y Daniel Scioli, la futura primera dama sorprendió a todos con un apasionado beso a su marido sobre el escenario. Desde entonces, todos comenzaron a preguntarse quién era Juliana Awada.