Mercedes Zamorano volvió a refregarse el rostro, a pesar de que ya no tenía lágrimas. Miró con ternura un portarretratos en el que aparecía abrazada a Horacio, uno de sus hijos. El joven, de 18 años, se suicidó hace dos meses, víctima del “paco”.
“Necesitamos una política de Estado en adicciones. Seré ignorante pero no tonta. No puede haber ni un Horacio más. Es tan grave el problema que los chicos de cuatro años juegan al ‘drogado’: arman un porro o juegan a que fuman una pipa de ‘paco’ y caminan como zombis”, reclamó la madre.
A su lado, Irma Monroy, referente barrial de “El Sifón”, se tapaba los ojos. “Es algo macabro, parece una estrategia para matarnos a todos los pobres”, lamentó.
¿Qué le exigirías al próximo presidente en materia de adicciones y narcotráfico? Fue la pregunta que LA GACETA formuló a referentes barriales, madres de adictos, jóvenes que lograron recuperarse y profesionales de la salud, en la antesala del balotaje en el que se definirá al sucesor de Cristina Fernández. Las respuestas coinciden: la crisis se agrava y, para ellos, salud también significa mejores condiciones de vida.
Sollozo entre pasillos
El llanto de Zamorano no le impidió relatar el derrotero que pasó acompañando a su hijo, buscando tratamiento. Uno de sus nietos se acercó en puntas de pie para besarla, antes de salir a jugar. No quiso interrumpir el luto.
El consumo comenzó a afectar seriamente a su hijo desde los primeros meses del año. Su madre le insistía para que trate de recuperarse, que estudie o aprenda un oficio. “Mamá, a dónde me voy a ir a estudiar. Se me burlan. ¿A qué sociedad me voy a insertar?”, le respondió una vez.
“Quería internarlo en Las Moritas. Hizo tres sesiones y cuando fue a la cuarta, ya no quiso seguir. Iba a la vía del tren de la San Miguel, en “El Trula”. Salía con ropa nueva y zapatillas limpias. Volvía sucio, ‘destaparrado’”, relató “Mecha”. Logró internarlo en Córdoba, pero el tratamiento no pudo completarse. “Estaba mal, enfermo por el consumo”, contó.
La última semana, afligida, su madre lo controlaba hasta cuando dormía. La medicación contra la abstinencia no era suficiente. Horacio -le decían “Guaraní”- quiso salir a la noche, el sábado 19 de septiembre. Volvió el domingo a la mañana. “Sentí un beso fuerte en la mejilla, cuando estaba acostada. Era él, que acababa de llegar. ‘Gracias mamá, porque usted ha creído en mí. Salí pero no consumí nada’, me dijo. Intenté acostarlo pero volvió a salir. Estaba mal. Fue al fondo, levantó las manos al cielo y pidió a Dios que lo perdone y que no lo deje hacer daño a su familia”, continuó. A las 8, una vecina le preguntó asustada si Horacio estaba en casa. “No quiero que te asustés, Mecha. Hay un chico que se colgó en la esquina. Creo que es tu hijo”. Era él. Trabajaba en una bloquera y su sueño era construir para cambiar las paredes de machimbre de su casa. Tenía de ídolo a Pablo Lescano, cantante de “Damas Gratis”.
En “El Sifón”, la venta de “paco” aumentó en los últimos meses. Monroy y Zamorano tienen miedo: muchos chicos se encuentran en una situación parecida a la de Horacio.
“Los chicos están devastados. Desesperados. Les diría a los políticos que están y a los que vendrán que piensen. Ellos tienen hijos. Quisiera ver qué harán cuando les toque pasar lo que nosotros. El sufrimiento será el mismo. Ahora me queda pedir por los chicos que quedan en el barrio. No pueden ignorar lo que pasa: se están matando por esa droga. Se vende como caramelos. Cuando no la venden, la regalan”, dijo Zamorano.
Al nuevo presidente le pidieron mayor capacidad en los centros de internación de la provincia y el país, que haya comunidades terapéuticas para mujeres en cada provincia, y que mejore la atención en los hospitales. “Lo peor que sufrimos es la discriminación: como son drogadictos y de la villa, los médicos los tratan como basura. Cuando me tratan mal en los hospitales me gritan ‘villera’. ‘Sí, soy bien villera, vivo en el corazón de la villa’, les respondo”, agregó. “El médico hizo un juramento para salvar vidas. No importa si es la vida de un presidente, un gobernador, un simple ciruja o de un drogadicto”, completó Monroy.
“La Presidenta se jacta de la igualdad, y no sé donde está: nosotros somos lo villeros, los negros, los pobres y nos miran mal a donde vamos. Necesitamos atención”, agregó Zamorano. “El ‘paco’ es una forma de controlar a los pobres. Pensamos así, si no habría una marcha de todos los pobres a la Casa de Gobierno para pedir trabajo. Ellos tienen que escucharnos. Lo peor del ‘paco’ es cómo nos enfrenta. En el 2002, nos abrazábamos con los vecinos para cocinar una olla popular. Ahora ese vecino puede estar vendiendo muerte”, completó Monroy.
No me quejo, sobrevivo
Carlos Alberto Díaz probablemente vote en blanco mañana, dijo. Se convirtió en adicto a los 16, luego de que falleciera súbitamente Aylín, su bebé.
“Me ‘bajonié’ mucho. Vivía empastillado, re-duro, de base, merca... no me importaba nada. Hoy me siento bien como estoy, a pesar de que tuve una vida difícil con la droga, que no tenía para comer. Ahora me pone mal que no tengo trabajo seguro. Vivo y mantengo a mi familia con lo que vendo día a día -trabaja como vendedor ambulante-. Pero bueno, loco, yo trato de sobrevivir en lo que puedo. Hoy en día buscás un trabajo y te cierran la puerta en la cara”, relató.
Díaz tuvo otro hijo. Se separó. Volvió a estar en pareja y ahora espera un bebé. “El problema del narcotráfico está en todas las clases sociales, sólo que se ven los efectos más graves en la gente muy humilde. En las villas hay 12 problemas además del ‘paco’. No hay trabajo, hay contaminación, no hay para comer, los chicos caminan descalzos, la violencia. Un chango de barrio que va al hospital lo tienen dando vueltas. Lo maltratan”, explicó.
Se recuperó gracias a la tarea de psicólogos sociales que llevan adelante el Grupo Ganas de Vivir, en La Costanera, un dispositivo de salud territorial, coordinado por la Secretaría de Prevención en Adicciones y por el Ministerio de Desarrollo Social. Este año, junto a dos amigos se recibió de la Diplomatura de Operador Socio Terapeuta.
“Al presidente, ses quien sea, le pediría que haya profesionales que trabajen en los barrios. Que hagan abordaje territorial. Que haya muchos más profesionales que pisen la tierra, porque hay montones de barrios en los que no hay nada. Nos faltan viviendas, trabajo en blanco, obra social, cloacas, luz, agua, que la ciudad llegue a los barrios. Que no nos inundemos. Pobres hay un montón. Que deje de haber hambre. La gente se desespera y ahí es cuando salen los chicos a robar. Uno no roba porque quiere, sino por la necesidad. O porque andan dados vuelta, no tienen conciencia. Que no haya chicos descalzos. Que no haya hambre. Al menos eso, que ningún niño camine descalzo”, pidió.
“Regalan la dosis”
Blanca Ledesma, integrante de “Madres del Pañuelo Negro”, explicó que está cansada de decir lo mismo en los medios. Su pedido es por asistencia. El panorama en La Costanera no ha mejorado, pese a que en el barrio funciona un dispositivo terapéutico y de que avanza la construcción de un Cepla (Centro de Prevención Local de Adicciones). “Cada día está peor. Más chicos consumen y la venta es libre. Ves a chicos de 8 o 10 años consumiendo. Hay más delincuencia, porque avanzó el consumo. Ellos roban para consumir. No se ve ninguna solución. Necesitamos más psicólogos sociales que trabajen en los barrios. Estoy de acuerdo con que se haga prevención, pero ¿qué se hace con los enfermos, con los adictos?”, consideró la mamá de Costanera Norte.
Según cuenta, los pacientes se desintoxican o se tratan en comunidades terapéuticas, pero al regresar al barrio vuelven al consumo. Ledesma luchó para que dos hijos suyos puedan recuperarse. Su pesar ahora es por Nahuel, su hijo más joven.
“No me importa quién gane, quiero que haga algo. Nosotros vemos desde hace una década que la droga sólo avanza. No sé si el ‘paco’ estará cocinado con la política, pero aumenta. Que se luche contra el narcotráfico, que haya equipos territoriales. Que las escuelas estén llenas porque así los chicos no están en la calle consumiendo. Sin educación ellos no pueden ser nada. Necesitamos trabajo. Queremos inclusión”, agregó la mujer. En los últimos meses aumentaron los puntos de venta de ‘paco’. Los nuevos ‘dealers’, para posicionarse, regalan la dosis, contaron en el barrio.
Según Emilio Mustafá, psicólogo social que se desempeña en dispositivos de salud de abordaje territorial en Los Vázquez y El Trébol, la respuesta a luchar contra el narcotráfico no pasa sólo por la cantidad de policías o gendarmes custodiando las fronteras. “Para luchar contra el narcotráfico hay que comprender que se trata de un gran negocio económico. Para eso, hay que atacar las finanzas del narcotráfico, con políticas antilavado. El narcotráfico necesita lavar dinero, evadir impuestos... ahí es donde hay que atacar, a nivel bancos. Hacer un seguimiento de las formas de lavado, por ejemplo, con los casinos”, indicó.
El avance del narcotráfico, comentó Mustafá, se percibe en las consecuencias del narcomenudeo: aumentó la violencia en los barrios, sea por “ajustes de cuentas” o enfrentamientos entre grupos. “Hay chicos de 10 años que ya consumen base. La integralidad es clave, y el abordaje tiene que comprender al sujeto de la problemática desde una perspectiva biopsicosocial, y que englobe propuestas individuales, grupales y principalmente comunitarias. Los vínculos fragmentados en los barrios, producto de la violencia, de la pobreza y del narcotráfico, tienen que fortalecerse. El rol del Estado es fundamental allí. Debe ser una política estratégica de estado. Está en juego la salud de este pueblo. Hay vidas en juego”, recomendó.
“Le pediría al nuevo presidente que empiece a planificar una política estratégica de Estado, que trascienda un gobierno, que puedan pensarse de acá a 10 o 15 años. Una política como planteó Ramón Carrillo, pensando en las generaciones que vienen”, finalizó.
PROPUESTAS DESDE LOS BARRIOS
Procesión de la “hermandad barrial”.- Hace una semana, se produjo el primer Encuentro Interbarrial contra las Drogas, en Los Vázquez. Asistieron 120 madres, adictos en tratamiento y vecinos de siete barrios del Gran San Miguel de Tucumán, para relatar sus vivencias. La reunión se desarrolló con el acompañamiento de la Secretaría de Prevención en Adicciones. “Fuimos vecinos de La Costanera, Los Vázquez, 130 viviendas, El Colmenar, Antena y Santa Inés. Todos padecemos el mismo problema. Elaboramos una lista de reclamos, que esperamos presentar ante el gobernador. Convocamos a una procesión el 10 de diciembre, desde la plaza Urquiza hasta la plaza Independencia, para llamar a toda la sociedad, tengan hijos adictos o no, a que no ocultemos la problemática de las drogas. Tenemos que pensar juntos de qué manera podemos brindarnos salud”, Blanca Ledesma.
Los pedidos del encuentro barrial.- Los participantes del Encuentro Interbarrial contra las Drogas, solicitarán al Gobierno 1) Equipos territoriales en salud, capacitados para la problemática de adicciones; 2) Trato humanizado hacia quienes soliciten atención en los servicios de salud (atendiendo a la Ley de Salud Mental); 3) La construcción de una comunidad terapéutica para mujeres 4) Guardias de salud mental en todos los Hospitales; 5) Aumentar la capacidad de internación en Las Moritas; 7) Incorporar a la problemática al sistema educativo, para que las maestras estén preparadas para atender casos de niños que consuman; 8) La creación de centros barriales de Actividades socioculturales; 9) Construir centros de día para abordaje territorial.
“Cambio de conciencia”.- El psicólogo social Emilio Mustafá consideró fundamental que el grueso de la sociedad comprenda que la problemática del narcotráfico no afecta sólo a la clase social más vulnerables. “Es fundamental comprender que el narcotráfico afecta a todas las clases sociales. Los narcotraficantes no viv en en las villas, sino en los lugares más caros que el dinero puede comprar. Sólo que se estigmatiza a los jóvenes pobres: si es de una villa, es drogadicto y delincuente”, expresó el profesional de la salud.
Aumento de la violencia.- Los vecinos de La Costanera revelaron que están asustados por el aumento de la violencia. “Los tiroteos son cada vez más a menudo. No salen en los medios porque entre vecinos nadie va a denunciar a otro, por miedo a represalias. Todo el mundo tiene un arma, y eso da temor. Nos estamos acostumbrando a vivir entre tiroteos”, comentó un vecino que vive sobre el margen del río Salí.
Contra los “dealers”.- En las últimas semanas, en diferentes barrios se produjeron reacciones contra los distribuidores de drogas. En el barrio Antena, en Banda del Río Salí, los vecinos echaron por la fuerza a los narcos de sus casas, con quemas de cubiertas y pedradas. Nuevos vecinos se instalaron en las casas que quedaron deshabitadas.