Asegura que está agotada físicamente y comenta, como una infidencia, que cabecea cuando lee o se distrae con alguna actividad que baja “la adrenalina”. Advierte, sin embargo, que el entusiasmo la desborda. Gabriela Michetti tiene la mirada cansada y su rostro delata que no ha dormido mucho. Pero apenas comienza a hablar de la campaña, los ojos de la candidata a vicepresidenta de Cambiemos destellan. Habla más rápido y con energía, y subraya los conceptos con ademanes. Cada vez que menciona a “Mauricio”-Macri, su compañero de fórmula- su voz cambia y la firmeza parece ceder un instante. “Tenemos una relación especial, de confianza y afecto”, explica en un pasaje de la entrevista con LA GACETA. En el último tramo de la campaña con vistas al balotaje del 21, la senadora del PRO estuvo en Tucumán.

-¿Cómo está viviendo esta campaña tan cruenta?

-Es el momento en el que nos comunicamos con la gente y tratamos de no engancharnos tanto con el adversario. Esto tiene que ver con la identidad del PRO. Si no, se torna en algo que no es atractivo para la gente. En Cambiemos hicimos el acuerdo de que esta identidad de campaña se mantendría. No nos enganchamos en la pelea con el kirchnerismo, que sí tiene un poco la lógica de pelear y pelear y la ha llevado también al Gobierno.

-¿Es posible mantener esa postura en este contexto?

-Sí, si estás convencido de que lo que hacés tiene que estar vinculado con lo que necesita la ciudadanía. La política tiene que volver a los ejes, que son el bien común y el servicio público. Tenemos que tratar de no perdernos. Es un ejercicio permanente.

-Desde el espacio de Daniel Scioli se plantea que, de ganar, ustedes harán un ajuste. ¿Qué hay de realidad en esto?

-Tenemos un proyecto basado en mejorar la vida de la gente. La carta de presentación que tenemos es la ciudad de Buenos Aires. Se decía que íbamos a privatizar los hospitales, a achicar el Estado, a echar gente…¡cualquier cosa! Hoy es la gestión que recuperó lo público y todo está mejor. Queremos hacer lo mismo en el país: que lo público vuelva al lugar que tiene que estar. Y, por otro lado, potenciar la generación de riqueza. Necesitamos que lo privado pueda desarrollarse. No se generó ni un puesto genuino estos años. Todos tienen que ver con el Estado. Nos vamos quedando sin recursos. El populismo termina demostrando que es falso como sistema. Proponemos un sistema sustentable y de desarrollo, que es contrario a lo que nos endilgan. No pueden pretender que la gente crea eso, no cree más en los mitos que nos atribuye el sistema político tradicional.

-¿El romper bastiones peronistas les generó más expectativas?

-Cada día de campaña, hasta el último, es como el primero para nosotros. Somos prudentes y sabemos que el ciudadano decide hasta en el cuarto oscuro, pero tenemos excelentes expectativas.

-En esta etapa de campaña se lo ve a Macri más acompañado por Maria Eugenia Vidal ¿A qué se debe?

-Lo que María Eugenia logró es espectacular y nos está acompañando. Este es un mismo equipo.

-¿Cómo cree que puede ser una eventual transición? En algunas hubo tomas de terrenos e incidentes, como el de Concepción.

-Siempre el sistema se resiste a los cambios. No tenemos que temer. Aparecen personajotes que se creen poderosos. Tenían sostenimiento porque estaban encaramados en el poder y tomaban los recursos de la gente. Ahora cuando no tienen cómo manipular, se acabó.

-¿Qué impronta le gustaría darle, de ser electa, a un cargo que está desdibujado?

- La vicepresidencia ha sido un cargo vapuleado. Hubo mucha tensión y contradicción entre los presidentes y vice. Hay que recrear esa institución. Mi desafío es conducir bien el Senado, pero también apoyar a Mauricio. Hace décadas que no hay una relación como la que tenemos, de un afecto particular. Su obsesión de que sea su vice tiene que ver con eso y con la confianza. Me va a corresponder ayudarle a ser el mejor Presidente de la historia.

-¿Usted, como política, cómo la ve a la Presidenta?

-Me cuesta empatizar con ella ahora. Me cuesta entender qué le pasa. Por momentos veo que quisiera seguir manteniendo el poder y por otros, parece que quiere salirse. La gran deuda que le deja a la política es el haber sido una persona consciente de lo que implica la cultura institucional cuando estuvo en el Congreso y haber hecho después todo lo contrario. Se fue al extremo de la no institucionalidad.