“Escuchen: el juego es así”, irrumpe Mike McDermott (interpretado por Matt Damon), a modo de introducción para la lección que soltará de inmediato, en la que ha sido considerada como una de las mejores películas de póker de todos los tiempos: Rounders. “Si no descubres al tonto (de la mesa) en la primera media hora de juego, entonces el tonto eres tú”.

Es difícil eludir esa advertencia de Apuesta final (como se conoció aquí ese filme de 1998) luego de que la Casa de Gobierno y la Municipalidad de San Miguel de Tucumán bajaron sus cartas en la partida en que se jugó el manejo del Concejo Deliberante. El oficialismo provincial, el que sentó ocho de los 18 concejales, el que sumó los votos de los dos ediles de FR tras acordar cederles la vicepresidencia segunda, perdió con el oficialismo municipal. Pese a todo lo matemáticamente imposible que parezca.

Par doble

Javier Aybar, electo por el acople Acuerdo Federal, que lideró el secretario de Gobierno, Marcelo Caponio, no votó en favor de que la legisladora Carolina Vargas Aignasse fuese la presidenta del cuerpo legisferante capitalino, como estaba acordado desde la futura gobernación. Por el contrario, votó por sí mismo, como él ya había acordado con la próxima intendencia. Quedaron entonces nueve a nueve y desempató el propio Aybar, que presidió la sesión preparatoria en su condición de edil de mayor edad.

Es que sólo un tonto juega al póker con sus cartas: el que entiende de esas partidas, enseñan en Rounders, juega con las cartas del rival. Dicho de otro modo, sólo un tonto juega al póker con naipes: en el póker juegas con el contrincante.

Puesto así, ¿qué es ser un tonto en política? Uno de los hombres más influyentes de la década descarada alperovichista ensaya una definición desde el peronismo: si -según Juan Domingo Perón- la única verdad es la realidad, el tonto en el póker del poder es aquel que ignora la realidad, porque no sabe, no puede o no quiere escrutarla. En la sesión preparatoria del Concejo (ese cuerpo colegiado partido al medio por la empatada polarización entre el Frente para la Victoria y el Acuerdo por el Bicentenario), el hombre más importante de la jornada iba a ser, indudablemente, el que presidiera el primer encuentro. Sin embargo, ese representante vecinal, que formaba parte de la “mano” del oficialismo provincial, fue ignorado por los “jugadores” que representaban a la Casa de Gobierno: nunca figuró en la propuesta de autoridades a la que apostaron. La intendencia hizo, exactamente, todo lo contrario. Y ganó jugando con cartas ajenas.

No sólo eso: hubo contactos entre las partes en pugna. Los jugadores municipales llegaron a ofrecer una mesa de consenso, pero les rechazaron la oferta casi con soberbia. Es que el secreto de jugar al póker -educa el protagonista de Apuesta final- consiste en poner al otro en una situación de todo o nada.

El resultado tucumano es conocido. En la política no hay sorpresas: sólo hay sorprendidos.

Pierna

Aunque los que perdieron traten de minimizar el asunto, la derrota es políticamente muy onerosa.

En primer lugar, representa una incontrastable pérdida de categoría para el Grupo Subsuelo, que en sus orígenes como Grupo Terraza, allá por 2011 y desde el quincho de un edificio de barrio Norte, pregonaba un peronismo capitalino sin Domingo Amaya. El revés de Caponio y de Vargas Aignasse (a ellos les pide explicaciones el funcionariado gubernamental) es peligrosamente inoportuno para Guillermo Gassenbauer -otrora anfitrión de las reuniones de la descendida corriente juvenil alperovichista-, que aspira a conseguir una vicepresidencia de la Legislatura.

En segundo término, haber cedido el manejo del Concejo Deliberante equivale a una notificación sobre la anemia de poder de los últimos días de José Alperovich. Ya se le animan hasta los concejales. Ahora que es el último en la mesa, toda apuesta suya es “ciega”: le toca pagar incluso antes de recibir las cartas.

Ya se lo había hecho saber el sciolismo, durante esta semana. Primero, con la visita de Alberto Pérez, el jefe de Gabinete bonaerense, quien brindó, respecto del mandatario, una de las declaraciones más absurdas de las que se pueden importar. Sostuvo que el gobernador saliente ocupará un lugar “preponderante”... en el Senado. ¿Le asignarán un despacho de los más grandes? ¿Le darán 10 minutos más que al resto de los parlamentarios cuando haga uso de la palabra? ¿Estrenarán algún micrófono inalámbrico con él?

La única preponderancia para un gobernador que deja su poltrona es un ministerio. Como el que ocuparán el misionero Maurice Claus y el entrerriano Sergio Urribarri. O como el que le ofrecen al salteño Juan Manuel Urtubey. Pero augurar “preponderancia” en el Senado (a las bancas no las concede un presidenciable, sino los ciudadanos tucumanos en las urnas) para el primer gobernador que se jugó por Daniel Scioli, en octubre de 2014, con un acto multitudinario que desafió al kirchnerismo, no es ninguna muestra de agradecimiento. Se parece, más bien, a la confirmación de que cuando hoy se pronuncia “Tucumán”, en una porción “preponderante” de la opinión pública nacional no se oye “Bicentenario de la Independencia” sino que se escucha “maniobras fraudulentas”.

La otra notificación llegó con el convite que no llegó: a Alperovich no lo invitaron al acto de cierre de campaña del Frente para la Victoria, que se realizó el jueves en el porteñísimo Luna Park.

Escalera simple

En tercera instancia, Juan Manzur también tuvo que pagar caro para ver cómo, en el cuerpo deliberativo de la Capital, se quedaba sin nada, a pesar de que tenía las cartas para ganarlo todo.

Durante el mediodía de ese jueves indigestante en que el gobernador entrante supo que en el póker no gana el dueño de la baraja sino el que sabe jugar, el gobernador saliente le ofreció una traducción de lo que el oficialismo municipal había hecho con ellos. La síntesis, expuesta en vocablos netamente tucumanos, es irreproducible en términos periodísticos.

Lo paradójico es que en los pasillos de la Municipalidad vieron a Germán Alfaro dedicándole la elección de autoridades del Concejo Deliberante a Alperovich, no a Manzur. Sin embargo, Manzur es el que, delante de propios y extraños, proclama tenérsela “jurada” al intendente electo. Lo hace mediante una forma elíptica, en nombre de que, “en realidad”, sería el sciolismo el que no quiere saber nada con Alfaro ni con Amaya.

Pero el póker del poder insinúa otros asuntos...

Lo primero es aclarar cuál es el paño sobre el cual se juega: San Miguel de Tucumán tiene tantos habitantes como las provincias de Jujuy y de Río Negro, y más población que las provincias de Catamarca, Tierra del Fuego, Formosa, San Luis, Neuquén, La Rioja y La Pampa. De modo que el intendente de la Cuna de la Independencia tiene, electoralmente, una consideración similar en la Nación a la de un gobernador de provincia “chica”.

Luego, Manzur no ha podido torcerle el brazo a Alfaro. O en los términos de la política pragmática que prefiere el peronismo, el gobernador que administrará 42.200 millones de pesos el año que viene ni siquiera ha podido imponer un presidente de Concejo Deliberante. El intendente que ni presupuesto 2016 tiene aprobado, sí logró hacerlo.

A partir de ello, si la idea manzurista era pretender que el poder municipal es nulo o, cuanto menos, prescindente, nadie estaría creyéndole el bluff que intenta. Por lo pronto, no estaría logrando persuadir de ello al mismísimo sciolismo, que por estas horas está más cerca de acoger a Amaya que de despreciarlo. El “Colorado” retornó rozagante esta semana de su periplo bonaerense.

En contraste, los amigos ya no vienen a visitar a Manzur después del 23 de agosto de las urnas quemadas y los tiroteos, y las urnas embarazadas y los acarreos, y las urnas vaciadas y el bolsoneo.

Antes de esa fecha en que las cámaras de custodia dejaron de funcionar en la Junta Electoral Provincial, los mandatarios de otras provincias llegaron a arribar por docenas para apoyar al ex ministro de Salud de la Nación. Después, ni Scioli vino a hacer campaña por Scioli.

Color

Todo lo que puede significar en adelante para la Casa de Gobierno el debut triunfalista de Alfaro, y un eventual futuro nacional de Amaya, dependerá del manzurismo. Específicamente, dependerá de cuántas peleas más decidirá Manzur seguir heredando de Alperovich.

El mandatario electo ha decidido ratificar a la casi totalidad de la segunda línea del alperovichismo, es decir, al funcionariado que se ocupa de la administración del Estado. Eso, en el póker, se lee como que no se tiene en la mano un plan de gobierno diferente que la mismísima continuidad. Y en los hechos equivale a seguir peleado con instituciones intermedias, que van desde gremios como el de la Bancaria hasta colegios profesionales, como el de los abogados, y cámaras empresarias, como la de la construcción, que actualmente conduce la Federación Económica de Tucumán. Por caso, de la FET y del Colegio de Abogados surgió esta semana uno de los planteos judiciales contra la integración del Tribunal Fiscal.

“La vida son momentos de riesgo”, sentencia Matt Damon (en el papel de Mike McDermott). Pero en realidad está hablando del póker, que es su vida. Y por ello puede aplicarse también a la política, que a menudo parece un póker. “Todo lo demás es espera”.