CARLOS R. PAZ / LA GACETA
En 1952, en adhesión al Día de la Lealtad, 500 nuevos beneficiarios de pensiones a la vejez recibieron los documentos correspondientes. Ese acto fue simultáneo con la inauguración del entonces flamante edificio del Instituto de Previsión Social, en la esquina de Las Piedras y 9 de Julio, el sábado 25 de octubre de ese año. Era entonces gobernador Luis Cruz, quien junto a su comitiva y personalidades de la sociedad tucumana asistió a un acto emotivo y multitudinario, que incluso sobrepasó los cálculos oficiales. La construcción -iniciada el 29 de agosto de 1949- pertenece al movimiento moderno que se desarrolló en nuestra ciudad en las décadas de 1940 y 1950. No es un estilo racionalista puro, sino que combina plantas sin molduras, columnas circulares, con carencias de adornos y agregados en mármol travertino. En aquellos años, la estructura, por la imponencia y gran solidez de sus diez pisos (el más elevado de la ciudad), fue considerada un “rascacielos”. Combinaba además, en su interior, la sencillez de columnas cortas y amplios espacios, que aseguraban un tránsito amable y cómodo para el público.
El acto central
A minutos de arribar al lugar y luego de haber saludado a parte de los presentes, el gobernador se dirigió hacia un costado del acceso principal, donde se había erigido el mástil, e izó el pabellón nacional, mientras la Banda de Música de la Provincia ejecutaba “Aurora”. Al concluir esta ceremonia -que se desarrolló entre los aplausos de la concurrencia-, el primer mandatario y demás autoridades entraron al flamante edificio donde se encontraban ya reunidos los beneficiarios de las pensiones.
El gobernador Cruz se situó en un estrado levantado en uno de los ángulos del salón principal, mientras el público se distribuía en el amplio ambiente, donde se habían colgado retratos del Presidente Juan D. Perón y de su esposa, Eva Duarte. De inmediato los asistentes entonaron el Himno Nacional, y se guardó un minuto de silencio para homenajear a la ya fallecida consorte del jefe de Estado.
Se leyó luego un telegrama por el cual el Presidente se disculpaba por no poder concurrir -a pesar de haber recibido una invitación especial-, al tiempo que formulaba votos por el éxito del acto.
Los discursos
El vicario capitular de la diócesis, monseñor Juan Carlos Aramburu, bendijo las instalaciones, y se inició una serie de discursos. En primer término, en representación de los trabajadores que participaron en la construcción del edificio, el delegado sindical Juan Drer destacó: “el hecho nuevo de que sea un obrero el que entrega simbólicamente este edificio, revela que ya no somos únicamente asalariados, y que el trabajo no sólo se elogia literariamente sino que es considerado como la actividad más noble de la sociedad. Este hecho nos dignifica y nos eleva”.
Luego, el presidente del Instituto, Raúl Caínzo, efectuó una reseña de su labor, iniciada en 1946, y dijo que era necesario adecuar el Monte Pío Civil de la Provincia (creado en 1907 durante la administración del doctor Luis F. Nougués) al nuevo estado de cosas.
Señaló que hubo que modificar “cuatro veces las leyes que regían el organismo desde 1943 hasta este momento, en que rige para el personal del Estado provincial un Estatuto de Previsión que podemos afirmar debe ser uno de los más completos y beneficiosos de los que existen en el país”. Finalizó su alocución ofreciendo la obra al gobernador “como una de las realizaciones peronistas más preciosas en su contenido social”.
También hicieron uso de la palabra el ministro de Hacienda y Obras Públicas, doctor Alfredo David Maxud, y el gobernador Cruz. El primer mandatario, al referirse al acto de esa fecha, dijo que la justicia social -en su gobierno- “se hace sentir en la realidad tangible de su contenido al llevar garantía, seguridad y dignidad, por derecho y por deber, a quienes han rendido ya para la familia, la sociedad y el Estado los frutos de su esfuerzo en la plenitud de sus vidas”.
Al finalizar, Cruz expresó que “la limosna, la dádiva denigrante, que sólo es un intento de justificación de las riquezas mal habidas, y que en el fondo subalterniza más aún el espíritu en sí deprimido de los necesitados, es substituida por un régimen tutelar, infalible, permanente, que proviniendo del Estado es la expresión más acabada del ordenamiento social sobre bases justas, donde la protección llega no por arbitrio ocasional de determinadas personas, sino como uno de los altos fines que se propone el gobierno justicialista”.
Emotiva ceremonia
Posteriormente, el mandatario dejó inaugurada la obra, descubrió una placa conmemorativa e inició la distribución de las pensiones a la vejez concedidas el viernes 17 de octubre.
La emoción de los ancianos, sentados en largas filas de bancos, se reflejó en sus ojos, que no pudieron contener las lágrimas, que rodaron con temblor en sus mejillas. Por eso, uno de ellos, al recibir el documento en sus manos y visiblemente conmovido, expresó su gratitud con palabras entrecortadas, que manifestaban con elocuencia lo que para él y sus compañeros significaba ese amparo: un puerto seguro de paz para los escasos años que le quedaba de existencia.
Recorrido final
El gobernador, acompañado por las demás autoridades, comenzó a recorrer las dependencias del nuevo edificio. Visitaron las oficinas de los tres primeros pisos de la sede y luego se trasladaron hasta la zona de departamentos, inspeccionando también sus ambientes. En el décimo piso, donde estaba instalada una confitería, fueron agasajadas con un lunch.
En ocho días, el edificio cumplirá 63 años. A pesar de los avatares institucionales y del paso del tiempo, el Instituto sigue firme, cumpliendo sus nobles funciones sociales.