El Batalla de Tucumán es un barrio de casitas sencillas, con techos de chapa, pisos de tierra y cordeles con ropa tendida. La mayoría de las calles son pasadizos en los que ni siquiera puede entrar un auto medianamente grande. Durante la mañana del domingo electoral el olor a bollo se cuela en el aire y hay largas filas de vehículos esperando para llevar a votar a los vecinos.

De repente aparece en escena Bety Erazo, puntera política de esta zona, al sudoeste de la capital. Se planchó el pelo, se perfumó, se maquilló y se subió a unas altas plataformas. La gente la saluda con besos y abrazos, le preguntan “¿cuándo va a ser legisladora?”. Y ella se ríe. Busca su cartera brillante, bordada con piedras y gemas, y parte a votar.

Bety está disfrutando, a los 48 años, de una inesperada fama. Y todo por haber sido la autora del cántico “que ofle el dotor”. Nunca imaginó que la arenga que le dedicó a Juan Manzur recorrería el país y hasta sería objeto de estudio para los politólogos.

“El doctor recorría el barrio y lo invité a la casa de una mujer muy humilde, que estaba amasando. El accedió. Lo del cantito fue algo muy espontáneo. Él preguntó cómo se hacía el pan y le propuse que lo hiciera con sus propias manos. Y ahí empecé a animarlo”, cuenta entre risas Bety.

La escena fue incluida en el spot de campaña de Manzur y resultó el más viralizado de las elecciones provinciales. Además, fue considerado de gran ayuda para “humanizar” la figura del ex ministro de Salud de la Nación.

“¡Que ofle el doctor! ¡Que ofle el doctor!”, repite Bety a cada rato. La misma frase que salió de sus labios hoy se escribe en las redes sociales, se escucha por las calles y circula por WhatsApp. Ella se siente orgullosa. No le importan las críticas. “Mucha gente me dice que no existe el verbo oflar o hace comentarios malos. Son unos ignorantes”, analiza la blonda de ojos claros.

Mientras espera su turno para votar en la escuela García Hamilton -San Juan al 4.000- algunos fiscales de la mesa 866 le gritan “¡ahora sos Susana Giménez!”. Bety en realidad se llama María Olga (pero no le gusta mucho ese nombre). Nació en Santa Lucía y desde hace 18 años vive en Boulogne Sur Mer al 500. Cuando llegó al barrio, cuenta, no había ni luz ni agua. “Durante esos años abrimos un merendero con otras 23 mamás. Había mucha pobreza. Ahora, por suerte hemos avanzado bastante...”, describe Bety, dirigente cercana al legislador Ramiro González Navarro.

Orazo tiene un negocio de ropa en su casa, es mamá de una joven de 20 años y de un varón de 30. También tiene tres nietas. Está casada con Carlos Urquiza, empleado de comercio. Se define peronista desde la cuna. “En mi casa de Santa Lucía mi familia le prendía velas a las fotos de Perón”, recuerda, antes de entrar al cuarto oscuro. Al fin, después de 20 minutos de espera en los pasillos desbordados por tantos fiscales, Bety avanza sobre en mano. Sale 40 segundos después. Inclina la cabeza y sonríe para la foto. Se va como llegó, rodeada por sus vecinos que la felicitan, la abrazan, le piden más mejoras para el barrio y -de paso- que entone una vez más ¡que ofle el doctor!

La coprotagonista

Emilia del Valle Maturano se puso jeans, su mejor remera, un saco de lana bordó y un pañuelo al cuello. Así llega a la cita con LA GACETA la coprotagonista del hit de las elecciones 2015, “que ofle el doctor”. El lugar de encuentro es el colegio San Ignacio de Loyola, donde tiene que emitir su voto. Está emocionada. “Me encanta venir a votar. Esta vez es más especial porque nunca había conocido en persona a un político”, dice Emilia, madre de nueve hijos. Se refiere a la oportunidad en que Manzur llegó de repente a su humilde casa y le pidió que le enseñara a amasar pan casero.

Llora cuando se acuerda de ese momento. Pide disculpas porque “se emociona por todo”. Y cuenta: “el doctor estaba admirado porque no conocía cómo era oflar”. También se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de sus necesidades. A los 63 años ella sigue siendo el principal sostén de su familia (su esposo está jubilado por incapacidad). Bajo un techo de chapa, en el patio de la casa -ubicada en el pasaje La Merced-, ella pasa largas horas amasando. Después de cocinar los bollos, pone una mesita a la vera de Lavalle al 3.700, y se queda a esperar que los conductores de auto paren y le compren.

Nació en El Nogalito, cerca de Raco, y a los 17 años vino a la ciudad a trabajar de empleada doméstica. Nunca más volvió a los cerros. Fue durante su infancia, justamente, cuando aprendió a oflar. El verbo que no figura en los diccionarios pero ella sabe definirlo a la perfección: “es extender la masa con un palo hasta darle forma”. Luego de poner el sobre en la urna dice que estas elecciones la llenan de esperanza: “me encantaría que el doctor vuelva a visitarme y a oflar”.