José Alperovich había dicho que se sentía orgulloso de haber cumplido con su deber. Cristina lo escuchó y sentenció: “en política no podés estar conforme. Siempre hay que ir por más”. Los “sijosesistas” no podían creer lo que habían escuchado y sintieron que era un golpe innecesario al gobernador y no entendían por qué. Después se solazaron cuando vieron al mandatario intimando con Daniel Scioli y con Cristina a la distancia. Asumieron que esos gestos eran una devolución de atenciones, pero también que el presente les mostraba una foto del futuro. Alperovich no dijo nada y acompañó a la Presidenta hasta las escalinatas del avión como si nada hubiera pasado, pero su entorno no salía del asombro.

Alperovich se despidió agradeciéndole a Cristina con un discurso afinado para los oídos K y le pidió al pueblo que valorice lo que él había hecho a través del voto. Sólo para justificar la fecha en la que estaba hablando, se apoyó en los próceres de 1816. Algo parecido hizo Cristina, quien no se olvidó de criticar a lo que ya está claro es su enemigo: la prensa. Y terminó dando un mensaje político partidario y no de una estadista que estaba en una fecha patria trascendental.

El 9 de Julio trocó en una jornada para algunos y no para todas y todos. Algunos políticos y muchos ciudadanos quedaron afuera de estos actos.

Los tucumanos -funcionarios encumbrados, especialmente- esperaban anuncios. Unos, para la industria azucarera; otros, para festejar el Bicentenario. Ilusiones de obras, eventos y emprendimientos se esfumaron con la estela que dejó el Tango 01. El duro mensaje del arzobispo Alfredo Zecca había preanunciado temprano que se vive el final de un ciclo.