Cerca del cartelito que dice “El escondido”, el radar acecha a los automovilistas que circulan por la solitaria ruta 38, a la altura de Chumbicha, en el límite entre Catamarca y La Rioja. Está detrás de una parada de ómnibus, en una casilla de lata que debe ser un infierno en el largo verano y hasta en las desconcertantes temperaturas de este otoño caluroso. Un muchacho que maneja el cinemómetro soporta, de pantalón cortito y campera, el encierro en la casilla metálica. “Estoy entre las 8 y las 6 de la tarde”, dice. “Pasan unos 300 autos por día. La mayoría por encima de los 60 km/h”, agrega, mientras mira junto al radar por una ventanita de 30 cm por 40. Parece un soldado de la Segunda Guerra, acechando al enemigo desde una casamata.

Los automovilistas andan medio enojados. Los tucumanos que van y vienen de Aimogasta, Anillaco o La Rioja ya han recibido fotomultas de la Municipalidad de Capayán por circular a más de 60 km/h por Chumbicha y andan preguntando. A dos kilómetros al norte de allí, en el distrito de Vialidad nacional -que se ocupa de la ruta 38-, el encargado dice que “a cada rato vienen automovilistas a saber qué deben hacer. Y les decimos que el jefe de Vialidad, Marcelo Patri, no ha dado permiso para poner el radar”. El mismo muchacho que maneja el aparato dice que no sabe si es legal que una municipalidad lo use en una ruta nacional. “Y... parece que no, pero el que quiere pagar la multa, la paga”, sintetiza, y muestra el cartel que, a un kilómetro de la casilla, advierte que el límite es 60. El tema se ha vuelto diversión de los chumbichenses que, cuando ven a los automovilistas buscando la casamata, le señalan dónde está el verdadero “escondido” y le dicen: “no es legal, amigo”.

Se ha convertido en la segunda característica por la cual Chumbicha es conocida en estos días. La primera son las mandarinas, consideradas las más ricas del país, por el clima y la tierra. Los vendedores, al costado de la ruta, ya cobran las docenas de mandarinas “con descuento por multa”.