La inseguridad puede expresarse de diversas maneras. A veces la llamamos timidez, otras, la persona insegura se manifiesta como el centro de atención. Son los dos extremos, y en el medio puede haber otras formas de dejar al descubierto la falta de confianza en sí mismo.

Carlos Pachuk, médico y psicoanalista vincular (grupos, pareja, familia, docente de la Universidad de Mar del Plata, expresidente (2005-2007) de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, entre otros cargos, señala, como una muestra de inseguridad, el temor a no ser querido, al rechazo por parte de los demás.

En un artículo publicado en el portal www.revistabuenasalud.cl, afirma que las personas que sufren este problema, por lo general, se obsesionan por agradar o, al contrario, se cierran sobre sí mismos restringiendo su círculo de amistades.

“Este tipo de personalidades -dice Pachuk- establecen relaciones simbióticas con las personas de su entorno. Es decir que, al igual que en el reino animal, se asocian estrechamente con otro ‘organismo’ de modo tal que uno no puede vivir sin el otro. La diferencia es que, en el caso humano, no todos salen beneficiados”.

“La persona que teme no ser querida por los demás piensa que, de antemano, será reprobada y trasforma su vida en una evaluación constante que le impide expresar lo que piensa por miedo al ‘qué dirán’”, añade el especialista.

Como extranjeros

Quienes temen el rechazo de los demás son personas, según el psicoanalista, que establecen vínculos narcisistas, ya que están pendientes de lo que los otros piensan de él. Aunque jamás averiguan qué piensa efectivamente el otro. De esa manera es común ver que tienen sentimientos persecutorios, que tratan de controlar a los demás y que observan minuciosamente lo que hacen.

También se da, en estos casos, lo que se denomina la profecía autocumplida. Como piensan que los demás no van a quererlos, entonces actúan de tal modo que al final sucede así, terminan generando rechazo por parte de los demás.

“Manifestándose de esta manera, las personas que padecen esta patología sufren algo similar al desarraigo: son como extranjeros que no terminan de ser aceptados por la comunidad que habitan. Al igual que un extraño desinteresado, los demás los miran con rechazo o pena con lo cual el trato entre iguales se dificulta”, opina Pachuk.

“Respecto de las causas de este tipo de personalidad, los especialistas concluyen que es posible que sus vínculos primarios (familiares) hayan sido frágiles, su vida afectiva pobre y sus relaciones laborales/profesionales grises y sistemáticas”, sostiene el psicoanalista. Destaca que los sentimientos que una persona tiene de sí misma, que comúnmente se conocen como autoestima, dependen de tres factores: el amor que los padres le han dado, los vínculos de amor y reconocimiento por parte de sus familiares y amigos y los logros en el mundo.

“Niños grandes”

Finalmente, Pachuk subraya que este tipo de personas suelen transitar su vida en forma aislada y, a veces, son cuestionadas por su familia. Es frecuente que busquen el reconocimiento constante de quienes los rodean, y no reparan en utilizar cualquier recurso para llamar la atención y ocupar el centro de la escena, es como si fueran “el niño grande” de la casa.