Por Antonio Las Heras - Para LA GACETA - Buenos Aires

Decenas de millones de ejemplares vendidos con más la reciente película que recauda cuantiosas sumas de dinero, trajeron al tapete de la vida normal y cotidiana, el tema de las prácticas sadomasoquistas, un asunto que - por lo habitual - permanece oculto aún en los medios de comunicación masiva tan dados a mostrar cuerpos desnudos (eso sí, adulterados por el bisturí) a toda hora.

En la modernidad el sadomasoquismo ha sido tema secreto, de suburbios o, por compensación, de sitios de excelencia a los que pocos acceden. En esa dirección va el, por muy pocos entendido, último film de Stanley Kubrick  Ojos bien cerrados. Imposible una mejor metáfora para lo que nos estamos refiriendo y que es el eje por el que transita la autora británica E. L. James.

En las redes sociales es posible hallar cantidad de opiniones sobre 50 sombras de Grey,  donde se habla de prácticas perversas, mentes enfermas y otros términos afines. Todo a causa de las propuestas sadomasoquistas, obvio.

Ahora, ¿esto es así? ¿Es, en verdad, el sadomasoquismo una práctica que reúne a gente dispuesta a torturar, lastimar, herir a otro encontrando placer en ello y que la víctima - sometida, humillada, privada de su libertad en lo absoluto - halla en esto también placer? ¿O se trata de lo que el Psicoanálisis llama “goce” (en lugar de placer) asociándolo al tánatos, al flirteo con la muerte?

Pues aclaremos desde ya que en ningún modo es así. Las prácticas sadomasoquistas son resultado de encuentros consensuados donde cada uno de los participantes (ya que bien pueden ser mucho más que dos) de antemano ha fijado límites y espacios. Esto no es una ninguna novedad. Recordemos que el origen literario del masoquismo hay que buscarlo en La Venus de las Pieles (1870), obra del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch. De ese apellido procede el término “masoquismo.” Como “sadismo” remite al Marqués de Sade. En esta novela del siglo XIX ya aparece el famoso contrato que las partes firman y que todos han de cumplir al pie de la letra.

En 1954 se publica la novela Historia de O, de la escritora francesa Pauline Réage  (seudónimo de Dominique Aury, nacida Anne Desclos) que en 1975 es llevada al cine.. Si bien aquí no hay un acuerdo firmado por escrito, hay consenso en las decisiones de los protagonistas. Lo extraordinario de la obra es que muestra cómo quien es capaz de la más absoluta entrega y sometimiento - una verdadera dominación total, podemos decir sin temor a equivocarnos - convierte esa situación en eje de poder y concluye transformándose en “el Amo”.

Expuesto desde este ángulo, el sadomasoquismo consensuado no es otra cosa que el pleno ejercicio de la libertad personal donde se construye una escenificación a efectos que cada quien pueda llevar adelante sus fantasías. En la Iglesia Católica, durante siglos, la práctica del sadomasoquismo aparece vinculada al privilegio del martirio. El dolor tanto como el desprecio por la carne conlleva la certeza de un sendero cierto hacia el desarrollo espiritual. Suficiente con leer el Santoral para advertir cuántos varones y mujeres que han sido santificados ejercieron tales prácticas de manera habitual. Hoy no es lo que la Iglesia predica, por supuesto. Pero véase que hasta Dan Brown utilizó el personaje del flagelante para El Código Da Vinci aún en pleno siglo XXI.

Esta idea de la aplicación de rituales acordados previamente, donde se causa dolor corporal con fines específicos de ingresar en la esfera de lo espiritual, es muy anterior a la Iglesia Católica; fueron utilizados desde los tiempos más remotos en ceremonias iniciáticas de las llamadas escuelas de sabiduría; más conocidas hoy como “sociedades secretas”.

De acuerdo a lo que, en muchos países de Occidente de los cuales Argentina no es ajeno, comentan los comerciantes de la especialidad, elementos para el S&M han aumentado sus ventas de manera exponencial. Una máscara, algún látigo de varias colas, juegos de esposas, ropa erótica de cuero y más. Prueba inequívoca de que tales fantasías están en la mente de muchos.

Michel Foucault expresó al respecto: “La creencia de que el sadomasoquismo guarda relación con una violencia latente, que su práctica es un medio para liberar esa violencia, de dar rienda suelta a la agresividad es un punto menos que estúpido. Es bien sabido que no hay ninguna agresividad en las prácticas de los amantes sadomasoquistas; inventan nuevas posibilidades de placer haciendo uso de ciertas partes inusitadas del cuerpo, erotizándolo. Se trata de una suerte de creación, de proyecto creativo, una de cuyas notas destacadas es lo que me permito denominar desexualización del placer. La creencia de que el placer físico procede simplemente del placer sexual y de que el placer sexual es la base de cualquier posible placer es de todo punto falsa. Las prácticas sadomasoquistas lo que prueban es que podemos procurarnos placer a partir de objetos extraños, haciendo uso de partes inusitadas de nuestro cuerpo, en circunstancias nada habituales, etc.                                                                                

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Antonio Las Heras - Doctor en psicología social y magíster en psicoanálisis.