Revisitar a Armando Discépolo es una tentación para muchos directores. Sin embargo, pocos se animan con “Muñeca”, un texto escrito hace 90 años que tiene mucha menos presencia en la escena argentina que otros clásicos más conocidos como “Babilonia” o “Mateo”.
Este año, la versión encarada por Pompeyo Audivert en la sala porteña del Centro Cultural de la Cooperación, en plena avenida Corrientes, fue elogiada unánimemente por la crítica y se perfila como una de las principales puestas que se montaron en la temporada, como lo atestiguan los premios Luisa Vehil a mejor director y Teatro del Mundo (entrega la UBA) a mejor actor, ambos en manos de Audivert. La puesta se llevó también la estatuilla a mejor iluminación en las dos premiaciones.
Un tucumano participó del compacto elenco, compartiendo espacio junto a Audivert y a Fabio Mosquito Sancinetto, entre otros. La experiencia acumulada por Carlos Correa, radicado en Buenos Aires para perfeccionarse, se vuelca en la entrevista que mantuvo con LA GACETA.
- ¿Qué significa trabajar a la par de esos dos artistas?
- Ver a Pompeyo armar su trabajo desde cero; sumar y sacar textos; buscar incansablemente la forma y que ella no sea meramente un recurso estético sino que profundice y multiplique el sentido de la obra, fue como asistir a clases con uno de los que más sabe. Comparto su pensamiento sobre el teatro y presencié como se desarrolla y se lleva a fondo. Cuando actúa, arrasa con todo. Y Mosquito es un artista de una enorme sensibilidad, todo lo que él hace dentro y fuera del plano artístico tiene una intención de juego y de carga poética, con una enorme capacidad técnica. Es de esos actores que no necesita proceso, va hacia donde quiere con gran verdad y sentido teatral, y está muy pendiente de los vínculos de los personajes.
- ¿La obra tiene actualidad?
- La cosificación de la mujer es muy actual, y a través de los textos incorporados de Marosa Di Giorgio asume una identidad más fuerte y perturbadora, casi una fantasmagoría de lo femenino. La obra actualiza el tema por medio de su lenguaje escénico, desde el cual aborda los planteos existenciales del texto de Discépolo, y su mirada crítica sobre una clase social en decadencia. Son vencedores-vencidos que van a volver una y otra vez, que construyen una vida ficticia donde incluyen la política como una salida que pone a resguardo sus existencias.
- ¿Qué fue lo que más te impactó de la propuesta?
- Además de la labor de Pompeyo, fue muy grata la concentración y el compromiso del elenco. Tuvimos un proceso de muchísima búsqueda formal, al detalle, y distintos registros de actuación para los personajes. Todo el elenco tuvo siempre la actitud de ir por más. Llegamos a tener jornadas de cinco horas de ensayo y la intensidad era la misma en la ultima hora que en la primera.
- ¿En qué estás trabajando a futuro, en tu propia producción?
- Lo que tengo claro es que voy a dirigir un texto que he concluido hace unos meses, después de tres años de buscarle la vuelta. En un momento lo iba a archivar, porque me ponía en crisis cada vez que lo quería modificar, hasta que Patricia Zangaro me abrió una puerta insospechada: me hizo renunciar a un personaje al cual yo me había aferrado. Son tres personajes, quizás tres viejos. Por aparte, con Mosquito y con Abel Ledesma pensamos en montar un texto breve que escribí este año, una situación simple pero potente y muy poética, que me permite un proceso corto. Quizás ese mismo texto lo pueda dirigir en Tucumán este verano.