TOKIO, Japón.- Un viaje en el colectivo puede convertirse en una experiencia extrema si se mezclan una persona que come y escupe semillas y habla sin parar, con otro que tiene poca paciencia y un carácter más bien violento.

En un momento dado, la paciencia se agotó, y comenzó a golpearlo una y otra vez contra el asiento, ante la atenta mirada de los otros pasajeros y la inacción del chofer, que no miró para atrás en ningún momento.