El problema de la violencia sexual debe abordarse desde los tres poderes del Estado. Pero considero que primero se debe asumir que el problema existe, para ello necesitamos conocer cifras reales del flagelo, estadísticas que nos acerquen datos de la realidad sobre sexo mayormente vulnerado, contexto en el cual se cometen los abusos, edad de las víctimas, sexo y edad de los victimarios, cantidad de denuncias, demoras en los trámites y dónde terminan las mismas.

La violencia sexual afecta particularmente a las mujeres, aquí hay una cuestión de género que debe ser analizada a la hora de pensar en las soluciones y el tipo de políticas para abordar seriamente la cuestión (prevención, estructura, capacitación).

Debemos tener conciencia para provocar un cambio, que cuando los abusos se denuncian, se genera una suerte de laberinto de re-victimización, vergüenza social y en su caso hasta abandono familiar –si esta involucrado el entorno cercano- situaciones estas que dan como resultado que la cifra denunciada sea mucho menor de la real.

Desde las diferentes experiencias internacionales se ha podido determinar que los delitos sexuales tienen su origen en relaciones jerarquizadas basadas en una cultura patriarcal que las sostiene, alimenta y oculta.

En Argentina, se comenzó a pensar en temas que tienen que ver con violencia, delitos sexuales y su abordaje desde la Justicia. Considero que la creación desde la Corte Suprema de Justicia de la Nación de organismos como la OVD y la Oficina de la Mujer han dado muestras de avances en este sentido, pero aún falta mucho por hacer.