Se equivocó Mauro Vigliano y arruinó el superclásico. Se equivocó cuando decidió que se juegue con una cancha llena de agua. En una situación parecida, hace pocos se suspendió Boca-Racing. El árbitro obligó a los jugadores a un esfuerzo inusual durante 90 minutos y dejó a los aficionados sin la posibilidad de ver un duelo que en la previa prometía ser un clásico atrapante y bien jugado, como pocas veces antes. River llegaba con un juego que deslumbra a todos. Boca venía en alza y con un rendimiento que entusiasma. Ninguno pudo mostrar sus cartas. Hubo un despliegue conmovedor, pero de fútbol poco, casi nada. Con el partido en juego, volvió a equivocarse Vigliano. Por partida doble. Cobró un penal inexistente y expulsó a Gago. Dejó a Boca con 10 y ya nada fue igual. Si jugar con uno menos un clásico es complicado, en una cancha llena de agua eso se magnifica. Pudo ganar Boca, pero River lo empató. El resultado no se discute. La tarea de Vigliano, sí. Se equivocó y arruinó la fiesta. Qué pena.