Cuando uno conoce el trabajo de los hijos de Don Bosco en Angola, África, la primera pregunta es cuándo duermen. Sólo tres sacerdotes y un hermano cargan sobre sus hombros la misión salesiana más grande del mundo. Está en Lwena, provincia de Moxico (distante unos 1.300 kilómetros de la capital del país). Allí atienden una escuela con 4.400 alumnos de todos los niveles, alfabetización de adultos y oficios. Además, un puesto sanitario con más de 100 pacientes por día (que hace lo que puede porque no tiene médicos), y 164 aldeas a cargo, donde deben oficiar misas, bautismos y casamientos. Para llegar a algunas de ellas, los curas deben viajar 400 kilómetros por camino sin asfalto, arenoso y desparejo.

El hermano cordobés Gastón Fontaine, que tiene familia en Tucumán (los Filgueira) no se hace problema. Vive hace 26 años en Angola y compartió con el pueblo el dolor de la guerra. Lo peor ya pasó. “Ahora nos preocupamos por sacar la escuela adelante sin subsidios privados ni oficiales. Los chicos no pagan más que la cooperadora y a veces ni eso. El gobierno se hace cargo de los sueldos docentes pero no de la infraestructura, que es costosa, como el generador de energía para tener luz, que trabaja todo el día. También debemos pagar los sueldos de los empleados”, dice.

El Centro Juvenil Don Bosco es un monstruo edilicio de tres pisos, lleno aulas y una biblioteca espaciosa, de donde los chicos entran y salen desde las 7 hasta las 21.30, en tres turnos. Después de la escuela, vuelven a clase de música, talleres de arte, deporte, teatro, danzas africanas y otras disciplinas que los atraen como imanes. En Lwena no hay otra diversión. La televisión, el cine y el teatro son inexistentes. Por eso la cancha no tiene descanso. Los sábados y domingos no hay clases pero siguen funcionando el oratorio y la catequesis.

El hermano Gastón se encarga de la escuela de oficios y la alfabetización. “Tenemos 1.050 alumnos en el turno noche y 380 adultos están aprendiendo a agarrar el lápiz”, dice con orgullo.

Es muy poco lo que se puede hablar con los sacerdotes, están siempre corriendo. Los padres José López, correntino, y Luis De Liberali, italiano, recorren las aldeas mientras el padre Mauro Constantini, otro italiano, dirige el centro juvenil. A las cinco de la mañana ya están todos de pie. Los misioneros salesianos llegaron a Lwena en 1981 en plena guerra. Pero además están en Luanda, la capital, en Lixeira (que significa “basura” en portugués), en Catete, donde cuidan niños huérfanos, en Calulo y en Viana. Son 98 sacerdotes y religiosas de María Auxiliadora repartidos por Angola, dedicados a la educación de niños y adolescentes. Muchos de ellos ya son maestros y enfermeros que trabajan con el mismo espíritu de Don Bosco.