¿Sabe cuáles eran los taxis de la estación de Tacanas?. La pregunta desafiante es de Marcos Clodomiro Moreno, que vive a metros del límite con el departamento Jiménez. Y él mismo da la respuesta: “Los sulkys y las jardineras. Eso ocurría entre los años treinta y sesenta”. “No había -añade- otro medio de transporte, por el barro y las malas rutas”.

El hombre de 60 años -los cumplió el 1 de julio pasado-, nació en Famaillá, pero se crió en esta parte del departamento de Leales. Es el mayor de cinco varones y el más grande de seis hermanos. “Sólo teníamos una hermana”, acota entre la polvareda que levantan los vehículos sobre el nacimiento de la ruta 8 santiagueña, que desemboca en la 302 tucumana.

Marcos Clodomiro cuenta que le agrada fabricar aloja, patay, tortilla al rescoldo y pan amasado. “También soy hombre de a caballo. Me gusta la doma y la vida de campo. Acá la gente es más sana que en la ciudad”, se jacta.

“Extraño los tiempos que sabíamos arrear vacunos y caballos. Tenía una yegua madrina a la que le colocaba el cencerro y así guiaba al tropel”, se explayó.

Moreno es devoto del Gauchito Gil, al cual a diario le pide por la salud de su suegra, de 81 años de edad. “Ahora estoy solo en la casa, en medio del monte, porque mi mujer está cuidando a su mamá de lunes a viernes. Ella viene los sábados y se vuelve los domingos o lunes a la ciudad. Pero ahora hay colectivos”, detalla.

Más en confianza, Clodomiro relata que “cuando era niño, recién en 1970 llegó a Tacanas ‘El Ranchilleño’. Aunque usted no lo crea, aquí vivía más gente en esa época. Todos viajábamos en El Mixto o El Cordobés. Eran los únicos trenes que paraban por aquí. Yo conocí la ciudad o la capital, como dicen ustedes, cuando cumplí 13 años. Mis padres eran peladores de caña y muchos años trabajaron para el ingenio Bella Vista”.

Moreno también toca la guitarra, es padre de dos hijos y un experto asador además de habilidoso horneador. Admira a los viboreros, por el personal de Vía y Obra que en su diario quehacer debe matar ofidios a granel. “En la zona hay muchos. Pero más monte adentro. Las víboras no se acercan a los lugares donde hay gente. Pero por acá hay de todos colores y variedades”.

Los trabajadores de vías residen en vagones y casas de chapa en la parte suroeste de la estación, entre vagones abandonados y yuyos a granel.