Roberto Koch es quizás el artistas plástico vivo que más premios recibió a nivel nacional e internacional. Pero eso no lo define del todo. Koch es, además, el hombre al que en su barrio de Solano Vera segunda cuadra, en Yerba Buena, lo llaman “El pintor”. El que pintó un cartel que reza “La clínica del zapato”, a pedido de un vecino. El que coloreó un mural con los personajes del filme “La era del hielo” para homenajear a la pequeña hija de una vecina en su cumpleaños. Koch es, antes que nada, un hombre humilde, común; un tipo de barrio, como él se define.

Sus obras, en tanto, ganaron casi todos los premios nacionales y viajaron por el mundo recibiendo las más importantes distinciones. “Los premios gratifican -reflexiona-, pero si un premio te vuelve arrogante significa que hasta ese momento no eras auténtico”.

El artista vuelve a exponer en Tucumán luego de 10 años. Hace tres semanas expuso su muestra “Gráfica residual” en la galería Borde. Hoy se realiza la reinauguración en el marco del Segundo Simposio Iberoamericano de Arte Impreso, organizado por el Taller de Grabado de la Facultad de Artes de la UNT.

La mayoría de las obras ha sido premiada internacionalmente. Fueron realizadas con una técnica denominada xilografía. En ella, el texto o la imagen deseada se talla a mano con una herramienta punzante sobre una plancha de madera. Luego se impregna la madera con tinta para más tarde presionarla contra un soporte (como el papel). De esta manera se obtiene la impresión del relieve, como un sello. “El grabado es un desafío -cuenta Koch- porque una vez que hacés una marca en la madera no podés volver atrás. Por otro lado, a mí me gusta ese trabajo minucioso, estar en el taller, el tránsito hacia la obra”.

La destreza del artista puede apreciarse en los milimétricos detalles y el manejo de la luz.

La motivación
“Me interesa el fenómeno del otro, ese otro que es diferente, pero también forma parte de mí”, dice el prestigioso grabador, que sostiene que al momento de concebir una obra los disparadores surgen del entorno más cercano: noticias en TV o en el diario, el hombre en su casa, su incertidumbre. “A la hora de crear trato de hacer algo honesto, que en primer lugar me convenza a mí -confiesa Koch-. Es importante que al elegir una forma de expresarnos artísticamente, lo hagamos basándonos en nuestras propias inquietudes y no buscando éxito o fama. Yo no produzco para vender”.

El artista, docente de la Facultad de Artes desde hace 30 años, considera que hay que guiar a los alumnos para que elijan lo que realmente les interesa y no se guíen por lo que pueda redituarles dinero o fama. “Aunque suene romántico, los jóvenes tienen que hacer la suya y ser rebeldes. No ser exitistas. Uno puede enseñarles lo que sabe, pero ellos no deben quedarse con esa última palabra”, declara.

Búsqueda de humildad
Durante la charla con LA GACETA, Koch hace constante hincapié en la búsqueda de humildad que debe tener el artista: “no me banco la soberbia, detrás de ella se esconden una gran debilidad y cobardía”. Rescata el valor de sus maestros, entre los que resalta al reconocido grabador Norberto Onofrio (fallecido la semana pasada), “no por lo que me enseñó técnicamente, sino éticamente”.

Koch se describe como un simple productor. “Yo hago una obra. Esta tiene un cierto simbolismo al que estudia la semiótica. Tiene un lenguaje al que estudia el terreno de la semántica ¿Querés que hable de semiótica o de semántica? No. Que hable el crítico. Yo soy un simple productor. Trato de no intelectualizar demasiado porque para eso me metía a filósofo”. Roberto Koch, “El pintor”, insiste: “no voy a ponerme en pose de ‘inteligentual’, yo soy un tipo de barrio”. Y eso lo define.

PODRÁ VERSE DESDE HOY
• A las 20.30, en Galería Borde (General Paz 576, sexto piso).