ESPIONAJE

SOLO, UNA NOVELA DE JAMES BOND

WILLIAM BOYD

(Alfaguara - Buenos Aires) 

¿Qué se le puede pedir a una novela de James Bond? Las peripecias del mejor agente del mundo son harto conocidas por todos. Y la repetición es una marca indeleble. ¿Violencia? Claro. No por nada James tiene el 00, la licencia para matar del MI6. ¿Intrigas? Claro. Hablamos de una novela de espías. ¿Sexo? No sería James Bond si no lo tuviera. Pues bien, todo eso está reflejado en Solo, la última novela del espía de la Reina.

Cuando Ian Fleming falleció en 1964, Bond se quedó sin su padre. El inglés dejó 12 libros y varios cuentos con 007 como protagonista, de los cuales se nutriría luego el cine. Y su pluma fue, por ahora, insuperable.

Los dueños de la franquicia se vieron en figurillas para reemplazar al enorme Fleming. Otros 10 escritores pasaron desde entonces para llevar al papel al más letal de los agentes con mayor o menor éxito. Y ahora le tocó el turno a William Boyd.

El multipremiado ghanés se enfrentó con un enorme reto. Ya todos sabemos cómo es Bond. Qué le gusta y cómo lo resuelve. A él no hay que modificarlo. Lo que cambia es el entorno, y su misión.

Solo transcurre en 1969 y mezcla una misión profesional del espía, con otra que, a la fuerza, se vuelve personal. Y deberá sacar todos sus recursos para salir airoso en ambas.

Es tanto el conocimiento que se tiene sobre Bond que la tarea de Boyd, nombrado Caballero del Imperio Británico en 2005, no debe haber sido fácil.

Altibajos

La novela tiene un ritmo vertiginoso. Pero se lee demasiado fácil. Uno quisiera encontrar algunos vericuetos en una historia que, de hecho, ya se sabe cómo terminará. Boyd sabe recrear escenarios y personajes, pero a veces se torna confuso. Y no termina de definir a quien, sin dudas, es protagonista central de cada una de las aventuras de Bond: su enemigo. Kobus Breed es un mercenario con el rostro desfigurado que llora permanentemente por una herida en el ojo, similar a lo que le ocurre a Le Chiffre, el banquero al que se enfrenta en Casino Royale. Pero Breed no tiene ángel. Y en una obra de este tipo, se nota.

Después sí, está todo lo que pretendemos (hasta una receta de cómo le gusta a Bond el aliño para condimentar la ensalada).

¿Se le podría haber pedido más a Boyd? Claro que sí. El Bond de los libros no es el de las películas donde pasaba de la aventura a la ciencia ficción sin solución de continuidad. Es un asesino oficial. Un hombre con una personalidad magnética y torturada. Sobre él se podría haber trabajado un poco más. Pero igual, si no nos ponemos en demasiado exquisitos, la síntesis será la remanida “gustará a los fanáticos del género”. Y Bond continuará inoxidable.

© LA GACETA

Juan Manuel Montero