Dos fueron las conferencias de prensa seguidas con especial atención por el cronista de LA GACETA. Los manuales modernos de periodismo recomiendan gambetear esas ruedas multitudinarias en las que todo está al servicio del entrevistado. Hay que buscar la noticia en la calle. Pero en un Mundial no hay otra manera de acercarse a los protagonistas, así que fue el ámbito para escuchar con atención a José Pekerman y a Jorge Sampaoli.

Representan escuelas muy distintas en lo que respecta al juego. Los separan recorridos y referentes y son igualmente exitosos. Lo valioso en ambos casos es la honestidad con la que trabajan, las convicciones que defienden, la limpieza que exhiben y la claridad con la que se expresan. Reposado, casi melancólico en su mirada Pekerman. Veloz, contundente, eléctrico Sampaoli. Orgullos argentinos ambos y tan admirados en Colombia y en Chile, respectivamente, que los quieren al frente de sus selecciones por un largo tiempo.

Hay que escuchar con atención a Pekerman y a Sampaoli. A su manera, con sus discursos tan distintos en lo formal y tan cercanos en esencia, muestran lo mejor de nuestro país futbolero. Sus victorias no son casuales y no pasan inadvertidas en Brasil, más allá de cómo vayan a terminar sus equipos en el Mundial.

Enemigos del verso barato, de la trampa, de la mentira, Pekerman y Sampaoli son excelentes modelos que refuerzan el gran momento de los entrenadores argentinos. Diego Simeone en Madrid, Mauricio Pochettino en Inglaterra, Gerardo Martino buscado por Barcelona y Eduardo Berizzo, campeón justamente en Chile, desembarcando en España, integran la lista.

El respeto que impone Sampaoli se nota en la opinión de los cientos de chilenos que deambulan por Belo Horizonte y hoy aspiran a vivir un nuevo Maracanazo. Ellos creen fervientemente en el equipo y en su entrenador. Lo propio ocurre con los colombianos, ganadores de su grupo con el puntaje ideal. Argentina no es sólo Messi, el resto de los “Cuatro Fantásticos”, Mascherano y Sabella. Hay otra Argentina repartida por Brasil. De la mejor, afortunadamente.