Primera salvedad: el título que le encajaron a esta película es de una ridiculez propia de otras épocas. La denominación original es “Un millón de maneras de morir en el oeste”. ¿Pensarán que poniéndole “Pueblo chico pistola grande” convocarán más espectadores, por más que se trate de una comedia?

Detrás de este proyecto está Seth McFarlane, lo que aclara el panorama. Se sabe que habrá humor explícito y escatológico, al estilo de “Padre de familia”, la serie de TV con la que alcanzó la fama, o “Ted”, filme que lo consagró en las ligas mayores de Hollywood, al punto de que está en marcha la secuela. Son marcas registradas de McFarlane, quien se da el gusto de encarnar al protagonista por primera vez en su carrera.

Mezcla de homenaje y de sátira a todas las convenciones del género, McFarlane se sumerge en un western con todas las letras. Él se mete en la piel de Albert, granjero al que su mujer (Amanda Seyfried) abandona por cobarde. Sobrevivir en el far west es un calvario para Albert, un tipo bucólico que odia la violencia mientras está obligado a convivir con ella.

Al pueblo llega la portentosa Anna, todo misterio y seducción. Y valentía, además. Imposible no relacionar esta interpretación de Charlize Theron con, por ejemplo, la pistolera que animó Sharon Stone en “Rápida y mortal”, de Sam Raimi. Albert queda impactado con Anna, pero el problema es que detrás de ella arriba su marido, el asesino Clinch (Liam Neeson).

“Todo en esta experiencia daba un sentimiento de libertad -confesó Theron-. Y si estás con un gran cineasta en quien poder confiar, como Seth, uno se siente motivado a hacerlo. Él es muy claro y preciso, un tipo muy divertido. Trabajar en esta película no fue tan duro como ir al dentista”.

Que nadie espere corrección política en el filme. McFarlane no perdona al momento de caricaturizar, y ni se le ocurre privarse de chistes vulgares o groseros. Otra de las características de la película es la calidad del reparto y los cameos de las estrellas.

McFarlane puso especial cuidado en la puesta en escena y en la elección de la música. Todo remite a los clásicos del western, claro que con un estilo totalmente distinto al ensayado -por ejemplo- por Quentin Tarantino en “Django sin cadenas”.

“Reímos mucho, bebimos mucho, casi morimos juntos. Ahora estamos unidos para toda la vida”, celebró Theron. Es el espíritu que la película intenta transmitir.