Sigue en actividad, porque a su edad nunca dejó de querer a las motos. “Siempre fueron mi sueño hecho realidad”, dice. Fue corredor toda la vida, siempre llevando a Tucumán como bandera por casi toda la Argentina, y hasta llegó a representar al país en Uruguay. Dedicado a Mario Yanicelli y sus 78 años, entonces, un “retoque” al célebre soneto de Francisco de Quevedo. Porque le cabe perfecto la frase: “érase un hombre a una moto pegado”.

“Es imposible recordar cuántas carreras gané en el parque 9 de Julio, pero me acuerdo de una de ellas, el Gran Premio “Celestino Gelsi”, en la que hubo pilotos de otros países. Recuerdo a rivales como “Cutungo” Giobellina, Montenegro, Frasca, Acotto y al santiagueño Carbonell. También se efectuaban carreras en el parque Avellaneda, sólo que allí también pude acelerar un kart muchísimas veces. Había mucho compañerismo en esa época en las carreras”, monologa el piloto.

-¿Y qué más recuerda?

- Que la gente iba vestida de traje para vernos correr. Nadie se cruzaba en la pista, el respeto era total. Todos pagaban la entrada y eso que lo único que separaba al público de la pista era una piola. Si alguno se colaba era mal visto. Y los trazados se llenaban.

Yanicelli dice que el único deporte que practicó, aparte de los mecánicos, fue natación. “Recuerdo haberla practicado en la pileta del parque Avellaneda. Yo representaba a Estudiantes y hasta una vez logré ganar una prueba. También jugué al fútbol ¡pero era patadura!”, señala divertido.

En el automovilismo, el hombre de las motos tuvo una relación de muchísima amistad con Nasif Estéfano. “Era por lejos el mejor. Por saber lo que él era es que no lo quiero a Juan Manuel Fangio, que le hizo la vida imposible: no le dio ninguna buena mano para sus sueños de llegar a la F-1. Con el “Turco” anduve por todos lados, incluso hasta el día anterior de su muerte. Yo estaba en La Rioja y de pronto apareció Juan María Traverso. Recuerdo que me dijo: ‘mirá, ese flaco en lo que corra después va a ganar’. Ellos eran muy amigos”. Y si la cuestión es hablar de amistades, Mario siempre tiene algo más: “Uno de ellos Salvador Caldarella, gloria nacional del motocilismo. Era de visitarlo a él y a su gente en el taller de Buenos Aires.”

El motociclismo con vehículos clásicos fue algo que siempre le gustó. Desde que tiene uso de razón, Mario dice ser fanático de Gilera. “Tan es así que, corriendo con la marca, me fui a Buenos Aires a competir y estuve cerca de asistir al Mundial. Sólo me faltó apoyo económico para poder hacerlo: la moto que yo quería comprar era muy cara. También hice muchas carreras con una Puma. Una vez fui la fábrica Gilera de Buenos Aires y quería que los represente, pero no me daban apoyo. Entonces yo decidí ponerle a la moto ‘Súper May’, porque yo las hacía y nadie me daba un peso.”

“Me integré al grupo de Tucumán Moto Clásica porque son una maravilla de muchachos. Les gustan las motos y los ‘fierros’ en general, y sobre todo son muy buenas personas. Incluso, tenemos un día fijo de reunión, los jueves, en la casa de los Sigüenza. Y siempre hay una comida de por medio. Siempre estamos en actividad con el grupo. El rally de motos clásicas del 25 de mayo será, ojalá, el primero de muchos. Pero venimos hace tiempo presentando exhibiciones y concretando salidas”, contó.

Yanicelli sostiene que se alejó un tiempo de las motos para dedicarse a la caballeriza gaucha, por más de 20 años. “Igual, nunca dejé de andar en moto, y nunca les tuve miedo. Recuerdo que, cuando hicimos un encuentro llamado “Las 1.000 vueltas a la plaza Alberdi”, yo di más de 70, con dos Gilera, y después completé el desafío con una Honda 1.900”, apuntó.

- ¿Cómo fue la primera vez que vio una moto?

- Fue a través de un amigo, que tenía una Gussita 75cc. En ella aprendí a andar, en la década del ‘50. A los 13 o 15 años ya tenía una propia. En 1959 ya manejaba una Norton y ya había empezado a correr desde años anteriores. Pasé por varias categorías. Ahora las motos vienen con freno a disco, pero en mis tiempos ¡eran a piolín, incluso frenábamos con el pie!