Murió Miguel Brascó, a los 87 años. Le cabía el rótulo de escritor, de periodista, de crítico gastronómico. Hasta de fino humorista. Además, era abogado. Pero lo más justo es subrayar que fue un bon vivant. Así le gustará ser recordado. Y también por sus definiciones, esas que pintan al personaje:
- Los sabores que lo transportaban a la infancia: “los lupines, el gofio, la mozzarella in carroza, la faina hecha con garbanzos y no con símil polenta Mágica, el dulce de leche hecho en casa con lata de condensada, el paladar saladito al volante del automóvil doble faetón viejo, la tortilla de espinacas preparada con acelgas, el arroz con leche caldoso sin canela, la cannabis índica picada grueso, el delicado gusto a baranda de bombachitas Caro Cuore cuatro días sin cambiar”.
- La peor resaca: “la de cachaça y la de arak o anís turco, quinta copa, tras la cual te despertás desnudo en una azotea de Caballito, justo cuando una paraguaya distraída se acerca para colgar la ropa”.
- Piripipí: “creo que el enólogo y el escritor van muy bien. Yo saqué palabras del olvido para describir los vinos. La crítica necesita la perspicacia del que vivió la vida y el vocablo del poeta. Yo uso un vocablo preciso para cosas imprecisas. Uso arcaísmos, invento palabras. Para el 60% de los vinos no hay mejor descripción que decir piripipí.
Hagamos un pequeño alto en el camino para recordar que Brascó (santafesino de Sastre, moñito eterno), integró el club Epicuro junto al cocinero Gato Dumas y el bodeguero José Federico López. Padre de tres hijos, empezó a transitar en los medios en la década del 60, cuando se hizo cargo de la sección “Buen vivir” de la desaparecida revista Claudia. Sigamos.
- Estilo literario: “mi generación fue rescatada por Borges de la prosopopeya del lenguaje acartonado de Enrique Larreta y los escritores de esa época. Lo mío es una mezcla curiosa de lenguaje muy popular, mezclado con lenguaje muy culto. Ese mix es lo que da esa cosa rara que tiene mi estilo”.
- ¡Macanas!: “la madera efectivamente existe como sabor, un sabor achocolatado o avainillado. Los tonos cítricos también los podés ubicar. Pero cuado te dicen que un vino blanco tiene aromas a flores blancas es un invento total. Aromas a cuero de montura sudada, qué sé yo… ¡Macanas!”
- Bobetas: “no hay plato que no tenga un vino al que le vaya bien, pero hay que saber combinar. El vino fuera de las comidas es para los bobetas, que lo toman de dorapa en una degustación”.
- ¿Qué parte de los pantalones?: “en una presentación, un enólogo reconocido tomó el vino, miró al techo -toda la liturgia de siempre- y dijo: ‘cada vez que respiro este vino me acuerdo del olor de los pantalones de cuero de mi abuelo’. Hubo un silencio en la sala. Un periodista preguntó: ‘y, dígame, ¿qué parte de los pantalones?’. Ese periodista era yo”.
- El restaurante: “cuando voy a esos restaurantes árabes y vienen las mujeres a bailar, para serle sincero, lo padezco. Cuando uno va a comer, come. A lo sumo, sólo debe conversar”.
- Walsh: “Rodolfo tenía un gran sentido del humor y le gustaba mucho cocinar. Eso sí, una vez lo crucé en la avenida Santa Fe a las dos de la mañana y lo sorprendí de espaldas para darle un susto. Él me apuntó con una pistola. ‘No lo hagas nunca más’, me dijo. Yo era joven, no sabía mucho”.
(Entrevistas de La Nación, Brando y Rolling Stone)