CUENTOS
GENTE QUE BAILA
NORBERTO SOARES(Fondo de Cultura - Buenos Aires)

Releo estos siete cuentos, los únicos publicados por Norberto Soares en 1993 bajo el título Gente que baila, y no puedo dejar de pensar que estoy leyendo una novela o, por lo menos, una nouvelle, galicismo que Cortázar definía como “género a caballo entre el cuento y la novela”.

Lo que ocurre (lo que sospecho) es que Soares era un novelista nato. Según refiere Ricardo Piglia en el prólogo de esta reedición del Fondo de Cultura Económica, Soares siempre estaba contando el libro que nunca escribía y en ese territorio, el de la imaginación, lo corregía hasta la perfección. Y hay que darle la razón, técnicamente estos siete cuentos son admirables: funcionan muy bien, pero van más allá, siempre hay un plus, un giro, una sugerencia que desborda el molde en el que la narración ha sido anclada. Quieren un espacio mayor, más amplio, para desarrollar la ficción que bucea en las profundidades. La pista también nos la da Piglia: estos cuentos no se enfocan en las situaciones, sino en los personajes. Y ésta es ya una transgresión.

Los cuatro primeros cuentos son: Una historia de amor, Las mujeres son distintas, El 17 de marzo y Eva Fischer se dirige hacia la felicidad. Los une la brevedad. En dos de ellos hay cierto juego fantástico que, en el contexto realista en que se desarrollan, me hace ruido, me recuerda que estoy ante un texto.

A partir del quinto, Soares cobra vuelo, Clausen es el mejor: una nouevelle en la que intervienen siete personajes, una cantidad impensada en un cuento tradicional, y todos con una gran participación en un policial al mejor estilo de la novela negra norteamericana (recuerdo a Chandler y a Hammet), ambientada en la Buenos Aires de los años 50.

Luego viene Casete, un texto donde se entrecruzan varias historias que van quedando grabadas en la cinta de una psicóloga que se ha ido de vacaciones y ha dejado esta alternativa para catarsis de sus pacientes. El lector “escucha” las historias, desconectadas entre sí, pero unidas de algún modo por la cinta de la terapeuta.

El último cuento se titula Luna Cassorla, naranjo en flor, una historia de amor contada por un gánster. Es el cuento más largo (ocupa casi la mitad del libro) y vuelve a tener un tratamiento novelístico donde cambian los narradores con ductilidad.

Soares tenía una rara habilidad para mezclar personajes ficticios con seres reales en un caleidoscopio sorprendente y genial. Gente que baila es la novela que Soares nunca escribió, pero que, sin duda alguna, imaginó, corrigió y contó a sus amigos infinidad de veces.

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Julio Ricardo Stefan