Un hecho curioso ha marcado el destino de los “Viajes de Gulliver”, esa novela fantástica que conocimos de niños y que es uno de los clásicos más versionados de la literatura infantil.

Publicada anónimamente el 24 de abril de 1726 (mañana se cumplen 288 años) bajo el título “Travels into several remote nations of the world”, la saga no estaba en realidad dirigida a un público infantil. Todo lo contrario. La idea de su autor, el clérigo irlandés Jonathan Swift (1667-1745), era exponer con lenguaje literario una crítica descarnada y amarga de la sociedad inglesa, tal como él mismo la veía. Y lo hizo con una fantasía desbordante, plena de imágenes descabelladas, como si fueran desvaríos de un desbocado.

La novela fue llevada al cine en varias oportunidades; la última tuvo como protagonista al comediante Jack Black. Claro que todas estas producciones se circunscribieron a las dos primeras partes de la novela: la del viaje a Liliput, el mundo de los enanos -donde Lemuel Gulliver se convierte en un gigante- y luego a Brobdingnag, el mundo de los gigantes, donde nuestro héroe pasa a ser un enano.

Pero, lo que muchos no saben, es que la saga tiene una tercera parte, poco frecuentada y, según los críticos, bastante misteriosa: el viaje de Gulliver a la isla flotante de Laputa. Y es precisamente en este punto, donde la novela se torna inquietante.

Los habitantes de esa extraña isla -científicos e intelectuales que viven siempre en las nubes-, están permanentemente absortos en elucubraciones. A tal punto que los criados deben espabilarlos con unos sonajeros que agitan ante su cara.

En la novela, Swift arremete, por medio de los laputanos, contra los científicos y el razonamiento abstracto, en un momento en que el espíritu científico se imponía en Europa e Isaac Newton era el héroe nacional inglés por excelencia. “Los laputanos tienen un ojo vuelto hacia dentro y el otro para arriba clavado en el cenit, pues no miran nunca ni al mundo exterior ni a sus semejantes, sino a sí mismos”, dice Gulliver en la novela. ¿Curioso no? Cualquier comparación con nuestra época es mera coincidencia...

Los detalles
Según Swift, la insólita isla volante de Laputa está propulsada por un imán orientable de gran tamaño y de fuerza prodigiosa inserto en su centro. “Por medio de esta piedra imán puede hacerse que la isla suba o baje y se mueva de un lado a otro”, señala en una parte de la novela. Como se ve, el escritor usa los conocimientos científicos de su tiempo y, con su particular estilo, los expande hasta ridiculizarlos. Ya no sólo describe una máquina voladora (como las que imaginaban los científicos de aquella época), sino toda una ciudad flotante.

Sin embargo, esto es solo una parte del misterio. Unas páginas más adelante, Swift sorprende al describir con exactitud astronómica las dos lunas que circulan Marte: Fobos y Deimos. Dice: “Han descubierto (se refiere a los científicos tripulantes de la gigantesca isla volante), dos estrellas interiores o satélites, que giran alrededor de Marte, del que el más próximo se encuentra de su centro a tres veces exactamente de su diámetro y el más alejado a una distancia de cinco veces el mismo diámetro”. Estas medidas son completamente exactas. Gulliver proporciona muchos más datos, que no vale la pena detallar, pero que son tan correctos y precisos como los anteriores. Entonces, la pregunta que hay que hacer es: ¿cómo llegaron esos datos a Swift 150 años antes del descubrimiento oficial de los satélites de Marte?

Las evidencias
Entre 1950 y 1960, había cierta especulación acerca de si Fobos, podría estar hueco debido a las inusuales características de su órbita. El astrofísico Josiph Schlowski sostiene que Fobos es un satélite hueco, ya que su peso no correspondería a su tamaño. Según los conocimientos actuales, no existe en el universo ningún cuerpo planetario que sea hueco. Exceptuando, claro, que sea artificial.

Pues bien: las informaciones sobre los satélites de Marte fueron dadas a Gulliver por los tripulantes de la enigmática isla flotante. ¿Tal vez tripulantes de un ovni? Y éstos... ¿cómo lo sabían? Por si fuera poco los laputanos le dijeron a Gulliver que ellos eran marcianos, que venían del planeta rojo. Gulliver (Swift en este caso) tuvo información que “alguien” le hizo llegar. Informaciones que han resultado ser ciertas. La única duda que subsiste hoy es saber quién era ese alguien. ¿Algún extraterrestre? ¿O simplemente Swift era un psíquico que practicaba el ocultismo? Tal vez nunca lo sabremos.

SWIFT
El alquimista
Nacido en Dublín (irlanda) el 30 de noviembre de 1667, Jonathan Swift es uno de los representantes más dilectos de la literatura satírica inglesa. Tras pasar una infancia sumido en la absoluta pobreza, estudió en el prestigioso Trinity College de Dublín y luego fue ordenado deán. Tuvo una gran afición por el ocultismo y hay quienes aseguran que fue una activo masón. A tal punto que era considerado uno de los alquimistas más activos del siglo XVIII. Sus últimos años fueron muy solitarios y, tras un largo periodo de decadencia mental, murió, el 19 de octubre de 1745. Fue enterrado en la catedral de la que había sido deán.