BOGOTA.- Ninguna amistad marcó tanto a Gabriel García Márquez como la que cultivó durante medio siglo con Fidel Castro. Eran tan cercanos que, dicen, el colombiano le mandaba los borradores de sus novelas a Castro para que los leyera antes de publicarlos.

Cuando ganó el Premio Nobel, el líder cubano le envió 1.500 botellas de ron a Estocolmo. Incluso, hasta hace algunos años, Gabo tenía  una casa en la Marina Hemingway, que se encuentra al oeste de la ciudad de La Habana. Esa amistad le costó críticas de colegas desencantados por censura a los intelectuales cubanos. El peruano Mario Vargas Llosa, un compañero de la generación del "boom latinoamericano" que también ganó el Nobel de Literatura, llegó a describirlo como un "cortesano de Castro".

"Soy amigo de Fidel y no soy enemigo de la revolución. Eso es todo", dijo en una oportunidad García Márquez. (Reuters)